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Cultura

Los pilares españoles de Ken Follett

  • El emperador del 'best-seller' presenta 'Una columna de humo', una novela ambientada en las guerras de religión de la Europa del XVI y en la que Sevilla tiene su cuota de protagonismo

Con un despliegue de medios excepcional, en el coqueto y céntrico Teatro Infanta Isabel de Madrid, que en su fachada exhibía carteles y banderolas con la portada del libro, ante un patio de butacas lleno de periodistas procedentes de todo el país, Ken Follett, el Hombre de los 160 Millones de Libros Vendidos, presentó ayer su nueva novela, Una columna de humo, publicada en España sin ahorrar en fastos por Plaza & Janés. Casi treinta años después de la publicación de Los pilares de la Tierra, donde narraba la construcción de una catedral medieval en un pueblo inglés y el universo humano en torno a la fabulosa mole, y una década después de continuar la historia de esa población ficticia en Un mundo sin fin, esta vez amenazada por una epidemia de peste negra, ahora Follett, superestrella de los estantes de novedades y de facto fundador del best-seller global en su actual forma, regresa en Una columna de humo a Kingsbridge, ese lugar que tantas alegrías le ha dado a él y a su legendaria cuenta bancaria.

Toca ahora una de espías, con su colmena de personajes corrientes, o más bien anónimos, moviéndose entre figuras históricas reales y deslizándose entre las bambalinas de "un contexto histórico grandioso": el momento en que la reina Isabel I abrazó el protestantismo y todas las potencias europeas se volvieron contra ella, con el Imperio español a la cabeza y María Estuardo, reina de los escoceses, tramando desde París su conquista del trono de Inglaterra. "Hubo complots de todo tipo para asesinarla. Por eso la reina se protegió creando el primer servicio secreto de la historia del país", explicó ayer Follett, que da vida en Una columna de humo a uno de esos espías, Ned Willard, que verá cómo la pertenencia a su bando religioso lo aleja de la muchacha con la que anhelaba casarse, Margery Fitzgerald, perteneciente al otro bando, el católico.

El nacionalismo está obsoleto, el futuro no pasa por ahí. Ni los británicos ni los catalanes estarán mejor solos"

Esta difícil y esquiva historia de amor, al estilo de Romeo y Julieta, recorre una novela que alcanza casi las mil páginas -canon de best-seller obliga- y que viaja a aquella Europa del siglo XVI que quedó marcada a fuego por las guerras de religión. Follett (Cardiff, 1949) combina intrigas políticas, traiciones y escenas de sexo convenientemente dosificadas en una historia que tiene una importante conexión española por el papel en la trama del Imperio que lideraba Felipe II y también, seguro, porque en pocos países vende más el escritor que en España, donde según algunos estudios al respecto tiene un público más fiel y numeroso, de hecho, que el de su propio país. De modo que aquí está también la Sevilla bulliciosa y poderosa del siglo XVI, el lugar al que se arrimaba todo tipo de gentes y buscavidas al calor del oro y la plata que llegaban de las Indias. "En muchos sentidos, en aquella época era el lugar más rico e importante de España. Y como ciudad es muy colorida", ratificó el escritor, que ambienta pasajes de su novela en las riberas del río, en las fábricas de armas o el Real Alcázar, y narra también, desde el otro prisma, la derrota de la Armada Invencible.

En un tono casi de profesor que ha de explicar obviedades con suma educación y seguridad en sí mismo, el autor rememoró sus dos lecturas más formativas, el teatro completo de Shakespeare y las novelas de Ian Fleming -"yo quería ser James Bond, pero comprendí que nunca iba a medir 1'90 ni a tener los ojos azules ni cara de tipo duro, así que decidí dedicarme a intentar generar la misma emoción que me provocaban sus aventuras"-, fijó el tema central de su novela -"no la religión, sino la tolerancia y cómo la gente alcanza la libertad"- y se pronunció también sobre las convulsiones que se suceden en estos tiempos en Europa: "Tengo todas las respuestas con respecto al siglo XVI, es lo bueno de hablar del pasado. Con respecto al XXI no tengo ninguna, sólo puedo decir que el Brexit me parece terrible y que creo que dentro de 20 años muchos de mis compatriotas se darán cuenta de que es la peor decisión que pudieron tomar", dijo el galés, que se refirió a la grave crisis catalana con claridad y pies de plomo, no en vano luce porte y maneras de diplomático. "El nacionalismo no es la ideología del futuro, ni siquiera la del siglo XXI, es obsoleta y anticuada. Me sorprende y me preocupa su auge. Los británicos y los catalanes dicen ahora que estarán mejor solos, pero no creo que sea así. A mi juicio el futuro no pasa por ahí, sino por la dirección contraria, por la integración. Aunque quizá esté yo confundido...", añadió encogiéndose de hombros.

En ese mismo tono se refirió a un debate al parecer inacabable y con toda seguridad innecesario a propósito de la mayor o menor calidad literaria de sus obras. En una entrevista reciente, Follett caricaturizó la literatura seria, en la persona de J.M. Coetzee, como "libros de gente sentada que sufre". "A veces la gente habla de alta cultura y yo no entiendo muy bien a qué se refieren", amplió ayer. "Yo escribo el tipo de novelas que me gusta leer, y el tipo de novela que a la mayor parte de las personas en todo el mundo les gusta leer. Las novelas no van de ser muy intelectual, sino de llegar al corazón. En eso consiste para mí la cultura. Pero tal vez esté equivocado", dijo de nuevo, sabiendo en realidad, sin duda, que al menos en su caso el debate está finiquitado desde hace mucho. Minutos después, con su inmaculado traje azul marino, su porte de gentleman y su pequeño y diligente séquito, se montó en una furgoneta negra con cristales tintados de estrella del rock, y se largó. Tal vez, durante el mero gesto de cruzar la pierna y acomodarse en el asiento se vendieron ya varios ejemplares de su novela.

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