Retrato de la apatía desde Zagreb
HIJO DE PAPÁ | DE LIBROS
Dino Pešut despliega en ‘Hijo de papá’ una sátira contemporánea acerca de las relaciones afectivas entre un padre y un hijo separados por una desconexión que va más allá de la distancia generacional
La ficha
'Hijo de papá'. Dino Pešut. Traducción de Patricia Pizarroso y Marc Casals. Delest-e. 240 páginas. 20,95 euros
Mirando hacia el este, allí donde Europa se hibrida y amalgama, van surgiendo ejemplos de una literatura que poco a poco está dejando de ser periférica a ojos de la mirada dominante por parte de occidente. Ya en 2009, la menuda pero gran autora Hertha Müller obtuvo el premio Nobel por dar voz a la hasta entonces desconocida minoría rumana de habla alemana. La moldava Tatiana Tibuleac adquirió fama inesperada con su leidísima novela El verano que mi madre tuvo los ojos verdes. Y hace bien poco también, crítica y lectores acogieron con parabienes Libre, novela de la albanesa Lea Ypi, reflejo de la historia reciente de su país tras consumarse el comunismo delirante y heredado de la larga noche distópica del dictador Enver Hoxha.
En clave balcánica, y croata en particular, el lector ha tenido ya conocimiento de la nueva literatura que ha brotado de los escombros de la ex Yugoslavia y de los años confusos que en clave generacional, con sus paradojas y salidas en falso, siguieron al fin del conflicto. Dimos cuenta aquí hace poco de la estupenda El último artefacto socialista de Robert Perišić (publicada por Impedimenta y convertida, aparte, en exitosa serie televisiva) y del desopilante western, pero a las maneras croatas (sí, no se asusten), de Ante Tomić en Milagro en el valle de los Víboras (Báltica).
La literatura croata actual mira y soslaya a la vez las fuentes de la gran generación anterior, demediada inevitablemente por la descomposición yugoslava y que afectó, si hablamos en clave femenina, a escritoras del canon como Dubravka Ugrešić, Slavenka Drakulić o la anterior Daša Drindić. Bajo su halo, pero con voz inequívocamente propia, ha emergido ahora una interesante nómina de autoras jóvenes cuya obra ha podido llegar a España. Son los casos, entre otras, de Lana Bastašić (Dientes de leche, Sexto Piso) o de Ivana Bodrozić (Hotel Tito, Menoscuarto). Forman parte, junto con otras colegas y escritores varones regionales, de una literatura, como la croata, que busca cauterizar la fractura de la guerra, cuya herencia, aun recibiendo su lastre, es vista ahora con ojos distintos y necesariamente distantes.
En esta nueva coordenada se inscribe Hijo de papá, del joven novelista, poeta y dramaturgo croata Dino Pešut. He aquí una sátira contemporánea, a menudo corrosiva y en parte mal hablada (agradecible, por lo demás), acerca de las relaciones afectivas entre un padre y un hijo separados por una desconexión que va más allá de la distancia generacional. Ambientada en Zagreb, la novela muestra el desequilibrio entre una sociedad que aparentemente presume de europeísmo y la cruda realidad. La politiquería, el clientelismo, la precariedad laboral y el sofocante nacionalismo que trajo la guerra han frustrado los sueños de emancipación de las nuevas generaciones, abriendo, de paso, la brecha emocional respecto de quienes treinta años atrás padecieron el conflicto y vieron con júbilo y esperanza la creación de Croacia como nuevo estado.
El protagonista de Hijo de papá es un joven de su tiempo temeroso de su condición homosexual en un país no precisamente amable con la diversidad sexual. Poeta intermitente, trabaja por las noches en la aburrida recepción de un hotel. Es cínico y descreído. Es pasota y a veces servicial. Habla sin tapujos de sus ligues, pese a saberse amenazado en territorio hostil (se describe de hecho el poco conocido ambiente gay de Zagreb). La relación filial con su padre, enfermo de cáncer, está viciada por la ausencia paterna que por culpa del trabajo marcó su infancia como hijo único, junto a una madre alcohólica.
Es la suya, a semejanza de la del propio autor, una generación que pareciera reflejar lo que tiene de apatía, de corrosiva levedad y cinismo. Es como si la asunción de la falta de futuro hubiera moldeado un carácter carente de anclaje. Sólo aflora algún que otro vínculo emotivo respecto a amistades y noviazgos que o son sinceros o son convenidos sin mucho reconcomio moral. Lo que acabará uniendo a padre e hijo es el ocultamiento de una identidad que, en el caso paterno, acaba revelándose al final. Si el hijo ha crecido ocultando su condición sexual, el padre también lo ha hecho, pero en otros términos y en un país donde la etnia y la religión fueron la excusa que llevó a una guerra fratricida.
Dice Pešut que en su novela (igualmente bien acogida fue su anterior Rodillas peladas) ha querido reflejar el citado desajuste entre generaciones. El idealismo frustrado, la contención sentimental en una sociedad como la croata, han provocado una nueva interpretación de los afectos dentro y fuera de la novela entre los unos (el padre, los padres) y los otros (el hijo, los hijos).
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