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El tejido de la civilización | Crítica

Las costuras de la cultura

  • Virginia Postrel analiza en un libro tan erudito como ameno cómo los textiles contribuyeron al progreso

Detalle de ‘Retrato de Anna Code’, por Maarten van Heemskerck (1527).

Detalle de ‘Retrato de Anna Code’, por Maarten van Heemskerck (1527). / D. S.

La rueca es una máquina de larga tradición simbólica: manejada por las Nornas, las Moiras o las Parcas (dependiendo del contexto mitológico), sirve para hilar las vidas de los hombres, separándolas de la masa de la fibra, hasta fabricar con ellas el huso que marcará nuestras alegrías y congojas, éxitos y catástrofes, el futuro. Estrictamente hablando, lo que estas presencias ominosas manejan no es exactamente rueca, sino tortera, un antepasado suyo compuesto por un palo de longitud variable en que el hilo se devana de modo espiral y que concluye en una pieza redonda y hueca, la fusayola. La rueca es posterior: se inventó seguramente en China alrededor del siglo V a. C. (el de Pericles), y saltó a la India y luego a Europa sólo en los albores de la Edad Media. A pesar de su aparente domesticidad y su aire inofensivo, la rueca constituye uno de los mayores avances tecnológicos que la humanidad ha presenciado. Aparte de reducir la labor de hilado en proporciones de fuerza y tiempo a casi un tercio de la original, introdujo por primera vez la correa de transmisión, cuya paternidad es esencial para todas las máquinas que debían seguirla. El progreso, contra lo que nos hacen creer muchos libros, reside menos en forjas o altos hornos que en la discreción del taller de costura.

Esta conclusión, junto a los datos que la avalan, forma parte del muy erudito (y ameno) volumen de Virginia Postrel, una historia de la cultura humana a través del prisma de su industria textil. Perspectiva esta, nos recuerda la autora, ninguneada a menudo, y que sin embargo contiene las claves de la mayoría de innovaciones que se han venido dando desde la aparición de la civilización en ámbitos tan alejados aparentemente de ella como la economía, la navegación, el arte o incluso la política. Se habla del efecto rompedor de la agricultura o de la domesticación de animales, pero hay que tener en cuenta que cuando el antepasado del hombre aún recorría los bosques cazando y recogiendo frutos, ya necesitaba abrigo y cordeles que sostuvieran la piedra al astil de sus hachas. De hecho, la ingeniería textil es algo tan ubicuo, tan perenne en el contexto de nuestra humanidad que a menudo se la da por descontada y se la desposee de la importancia crucial que por derecho le corresponde. Tal y como Postrel la plantea, la entera historia de nuestra especie no consiste más que en la extensión de un puñado de hilos que se entrecruzan.

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro. / D. S.

Así, fenómenos como el Renacimiento italiano (muchos de cuyas principales familias se enriquecieron con el comercio de la seda), la expansión vikinga por los mares del norte (la fabricación de cuyas velas precisaba de más esfuerzo que la del propio casco o armas), el rango cuasidivino de emperadores o sátrapas (asociado al tinte púrpura, un color que sólo podía obtenerse a partir de moluscos rarísimos con cuyos efluvios se bañaban las telas), la invención de la vacuna y la revolución microbiológica (auspiciada por el estudio de las enfermedades que asaltaban a los gusanos de seda) se explican todos a partir de su relación con las diversas fases o estadios del procesado de tejidos, que va de la recogida de la hebra a su presentación al público, redes comerciales mediante. La autora ilustra dicho proceso paso a paso, en capítulos individuales, trufados abundantemente de anécdotas como las que acabo de citar y proponiendo analogías sugerentes: a una sección inicial sobre “fibra” (orígenes de los materiales más comunes, lana, hilo, algodón, también la seda), sigue otra de “hilo” (avatares de la rueca, sus antecedentes y epígonos); “tela” y “tinte”, las dos siguientes, se remontan al origen del telar y la generación de colores artificiales exigidos por la estética del lujo; en “comerciantes”, “consumidores”, y, en fin, “innovadores”, se abordan las consecuencias a gran escala de uno de los mercados más pingües de la economía y propuestas de nuevos productos como la Microsilk o Mylo, el cuero sintético. En resumen: un libro con mucha tela que cortar.

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