pATRICIA GUERRERO. BAILAORA

"No tengo que ubicarme; soy una bailaora contemporánea, hago flamenco de hoy"

  • La coreógrafa e intérprete granadina presenta este martes en el Teatro Romano su aclamada 'Catedral', la obra que le valió el Giraldillo al mejor espectáculo de la última Bienal de Sevilla

Patricia Guerrero, durante un ensayo de 'Catedral', la propuesta que llegará el martes a la muestra que organiza la Diputación de Sevilla.

Patricia Guerrero, durante un ensayo de 'Catedral', la propuesta que llegará el martes a la muestra que organiza la Diputación de Sevilla. / José Ángel García

Desde que la jovencísima Patricia Guerrero empezó a dejarse ver por los circuitos flamencos, tanto en los tablaos como en el Ballet Flamenco de Andalucía o en los recitales de Arcángel, muchos aficionados vieron pronto en ella dotes de una bailaora grande. A sus 27 años y con una carrera meteórica al lado de los más grandes y varios proyectos propios a sus espaldas, la granadina parece haber respondido con creces a las expectativas. Este martes lleva al Festival de Danza de Itálica su Catedral, el proyecto en el que se encomendó al director escénico Juan Dolores Caballero, una reflexión sobre la necesidad de librarnos de las ataduras que le valió el Giraldillo al mejor espectáculo de la pasada Bienal y la hizo finalista de los Premios Max.

-Del Festival de Arte Flamenco de Mont de Marsan directa a Itálica, ¿qué significa para una bailaora estar en este ciclo?

-Es muy importante porque el de Itálica es uno de los festivales de danza de mayor peso del verano, junto al Festival de Música y Danza de Granada. Desde que vivo en Sevilla siempre he estado pendiente de qué venía a Itálica... Y además es un placer poder bailar en un sitio como el Teatro Romano. Me interesa mucho que esta Catedral viaje a lugares tan especiales, con tanta personalidad.

-¿Considera que en este caso el lugar engrandecerá la obra?

-Lo tengo clarísimo. Sobre todo porque ya tuvimos la oportunidad de hacer en una iglesia de Alcalá de Guadaíra Pórtico, que era como el esqueleto de Catedral, y fue una experiencia increíble. Catedral es una obra muy espiritual y los sitios ayudan a que la representación se viva de forma especial, claro.

-La sinopsis del espectáculo habla del papel de la religión en las dinámicas de opresión de la mujer. ¿Y usted cómo lo definiría?

-En principio teníamos la idea de hablar sobre las religiones y el papel de la mujer, a lo que estaba sometida... Pero conforme fuimos trabajándolo se convirtió más bien en una reflexión sobre la libertad y la ruptura de las barreras. Y ya no exclusivamente de la mujer, sino de cualquier ser humano. Lo que cuenta el personaje de la obra es el paso que tiene que dar cualquiera para luchar contra algo que social, cultural o personalmente le reprime.

-Para expresar ese sufrimiento, primero, y luego el miedo, la contradicción y la rebeldía, ¿recurrió a algún pánico personal?

-Ha sido más el propio papel el que ha dado el salto en mí para desarrollar incluso un nuevo lenguaje corporal. Es el personaje el que me ha hecho enfrentarme a ese miedo que a veces tenemos los bailaores a salirnos de los cánones de lo que está estipulado que es o no es el flamenco. No sabía qué reacción iba a tener el público, si gustaría o no, y ese era mi miedo, pero ahora no sólo lo he superado sino que me lo creo mucho más.

-¿Y cómo ha vivido todo ese trabajo interpretativo?

-Trabajar con un director de escena ha sido importantísimo para que la obra tenga el peso que tiene y resulte redonda. Juan ha logrado que yo comprenda el personaje y lo asimile para poder construirlo e interpretarlo de principio a fin. Me ha gustado muchísimo la experiencia porque a mí el teatro me encanta.

-El hecho de que pueda estar usted indistintamente en un circuito u otro, ¿significa que la danza ha dejado de mirar por encima del hombro el flamenco?

-Sí es cierto que en cuanto a puesta en escena el flamenco ha ido por detrás de otras danzas, tal vez por sus características o por su historia. Pero creo que ahora estamos cogiendo peso y rodeándonos de buenos profesionales del espectáculo que nos están haciendo entrar en otros circuitos. Desde luego, a nivel de baile el flamenco es una danza tremendamente compleja, que exige interactuar en directo con los músicos y con unos códigos muy difíciles. Así que no tenemos por qué sentir complejo ninguno.

-En su caso, ¿qué le aporta el flamenco como lenguaje?

-Es algo que necesito. Todavía voy esporádicamente a algún tablao cuando me llaman porque el aliento de bailar sin más, sin saber quién me va a cantar ni quién me va a tocar, es algo tan visceral que engancha. Es difícil de explicar pero siento que el flamenco está más vivo que otras danzas.

-Últimamente parece que a los flamencos jóvenes se les obliga a ubicarse en la modernidad o en la ortodoxia. ¿Se siente condicionada en este sentido?

-No siento que me tenga que ubicar en un sitio o en otro. Es algo que depende de tu inquietud... Yo no me considero moderna; contemporánea, por supuesto que sí, porque hago un flamenco de hoy. Por otro lado, es normal sentir ganas de evolucionar, porque no voy a seguir bailando por alegrías como hacía de chica.

-Ante casos como el fenómeno que ha protagonizado Rosalía, hay quien los critica por considerar que sólo se le da voz a ese tipo de propuestas...

-Yo pienso que tienen que mostrarse todas las caras del flamenco, no sólo lo que a nivel mediático funcione. Eso es lo que no veo tan bien. De todas formas, pasa con todas las artes, lo que nos llega es lo que algunos consideran más llamativo y no tiene por qué ser lo que tiene más calidad. En cualquier caso es maravilloso que exista toda esa variedad de artistas jóvenes, tanto quienes queramos arriesgar más como quienes deciden ser más fieles a lo tradicional. Para mí, mientras venga de ese lenguaje, todo es flamenco.

-El éxito de la obra es a estas alturas innegable, pero ¿qué le gustaría que dijeran los espectadores al acabar la función?

-Una de las cosas que me gusta escuchar es que no es un espectáculo que te deje indiferente, sino que te hace pensar. Que me digan que la obra les mantiene en tensión, que necesitan saber qué va a pasar con la protagonista, cómo va a salir de ahí. Al final, lo que me hace más feliz es saber que se emocionan con lo que he expresado con mi baile.

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