Un viaje al entorno que nutrió a un genio precoz

'Tres músicos', pintado por Diego Velázquez entre 1617 y 1618, llegará desde la Gemäldegalerie de Berlín.
Charo Ramos Sevilla

22 de febrero 2015 - 05:00

Casi 40 obras -la exposición al completo rondará las 200- evocarán el clima artístico de Andalucía a principios del siglo XVII, pues una de las principales novedades de la cita en el Grand Palais es la atención que prestará a los años sevillanos de Velázquez y a la evolución de un estilo que, hacia 1620, se orienta al caravaggismo más franco y una pintura más moderna que la de su maestro Pacheco a raíz de sus primeros contactos con Madrid.

En la recreación de esa atmósfera sevillana la muestra Diego Velázquez contará con la impactante escenografía de Maciej Fiszer que, junto al comisario Guillaume Kientz, ha ubicado como pórtico la hermosa y descriptiva Vista panorámica de Sevilla firmada por Simon Wynhoutsz Frisius que conserva The British Library en Londres. A partir de ahí, el visitante podrá aproximarse al taller de Pacheco y a las pinturas y esculturas de Alonso Cano y Martínez Montañés, así como ver en perspectiva las primeras obras de Velázquez y la transición entre sus años formativos y la primera época madrileña.

El gusto manierista del suegro de Velázquez, también célebre tratadista y redactor de El arte de la pintura, desborda en obras como el retrato que realizó de Martínez Montañés y presta la Biblioteca Lázaro Galdiano, la Apoteosis de Hércules de Pacheco de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y su versión de las patronas de Sevilla, las Santas Justa y Rufina; este viaje a su taller incluye la Inmaculada de Alonso Cano del Museo del Patriarca de Valencia.

Para abordar la línea naturalista y picaresca de la pintura de Velázquez se abundará en las variaciones y declinaciones que realizó de las tradicionales escenas de cocina, bodegón y taberna, con obras procedentes de pinacotecas de todo el mundo. Muchas pudieron verse en la gran antológica Velázquez y Sevilla que acogió en 1999 el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, con la llamativa excepción de El aguador de Sevilla, que Apsley House, el museo londinense que reúne los tesoros de Wellington, no prestará a París.

En todo caso, la lista de tesoros pictóricos que Kientz ha logrado incorporar al proyecto da la medida de lo disperso y lejos de Andalucía que está el catálogo del joven Velázquez. Podrán verse, por ejemplo, el Almuerzo de Emaús de la National Gallery of Ireland en Dublín así como la copia de esta Mulata que presta el Art Institute de Chicago; los Tres músicos de la Gemäldegalerie de Berlín (la mejor versión sobre este tema naturalista de cuantas pintó Velázquez); la Escena de taberna del Bellas Artes de Budapest; Cabeza de hombre del Hermitage de San Petersburgo; una Naturaleza muerta del entorno del artista que prestan los Uffizi de Florencia y el San Juan Bautista en el desierto atribuido a Velázquez y procedente también del Art Institute of Chicago.

La impresionante lista -que, insistimos, se refiere sólo a la primera de las cuatro partes de esta antológica, a la que pondrá epílogo el Autorretrato del Museo de Bellas Artes de Valencia- abarca también el San Pablo del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y Santo Tomás del Museo de Bellas Artes de Orleáns, que pudieron formar parte de un apostolado pintado a la manera caravaggista, Las lágrimas de San Pedro, ejecutado en 1623, a la vuelta de su primer viaje a Castilla y adquirido en subasta en 2004 por la Fundación Villar Mir, el Retrato de un hombre del Detroit Institute of Art y los celebérrimos retratos de Luis de Góngora (procedente del Museum of Fine Arts de Boston) y la Madre Jerónima de la Fuente, cuya impresionante determinación moral ilustra la maestría alcanzada por el Velázquez anterior a su llegada a la corte.

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