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Crítica 'Verano en Brooklyn'

Y la vida continúa

verano en brooklyn. Drama, EEUU, 2016, 85 min. Dirección: Ira Sachs. Guión: Ira Sachs y Mauricio Zacharias. Fotografía: Óscar Durán. Música: Dickon Hinchliffe. Intérpretes: Theo Taplitz, Michael Barbieri, Greg Kinnear, Jennifer Ehle, Paulina García, Alfred Molina. 

Al maestro Ozu le aparecen los hijos más insospechados más de medio siglo después de su muerte. Uno de ellos es Ira Sachs, un cineasta nacido en el orbe indie (su Forty Shades of Blue es una gran y melancólica película a descubrir) que se ha afianzado con sus tres últimos trabajos (Keep the Lights On, Love is Strange y este Verano en Brooklyn) como autor mayúsculo fuera de modas y etiquetas, poseedor de una mirada reposada y limpia, clásica en cierto modo, que ha puesto su foco de interés en el hombre contemporáneo como materia prima para el drama sin estridencias ni demasiadas costuras a la vista.

Verano en Brooklyn prolonga el tono y muchos caminos abiertos en Love is Strange, y recoge el testigo de aquellos dos adolescentes que patinaban al final del filme bajo la luz del verano neoyorquino para entregarlo en un nuevo retrato sobre las pequeñas grandes cuestiones de la vida que tan poco parecen interesarle al actual cine norteamericano.

Sachs parece encontrarse en un punto de madurez y sabiduría que le permite observar a sus criaturas imperfectas y sus comportamientos con una mirada empática no exenta de complejidad, sin rozar el marco del juicio moral, entregado al flujo natural y lógico de unas historias de gentes normales en entornos y situaciones cotidianas.

Se trata aquí de abrir varias líneas de tensión desde el ámbito de una familia de clase media en fase de cambios, de poner encima de la mesa asuntos como el legado, la educación o los valores en tiempos descafeinados, la trama de los afectos primarios enfrentada a las inevitables cuestiones prácticas y materiales.

Verano en Brooklyn le da sus razones (porque las tiene) a cada personaje sin alzar la voz ni crispar el drama, y equilibra prodigiosamente el punto de vista y la sensibilidad de los adolescentes (dos chavales lejos de la manada y con alma de artistas que se encuentran y se reconocen) con el mundo de los adultos sin que medie paternalismo ni condescendencia alguna. Todos los intérpretes, casi sobra decirlo, brillan en un mismo registro naturalista, desde Greg Kinnear a los niños Taplitz y Barbieri, pasando por la estupenda actriz chilena Paulina García (Gloria), que lidia con el personaje más antipático pero que consigue igualmente ponernos de su lado.

Se trata, decíamos, de hablar de la vida, de sus descubrimientos, sus quiebros, sus complejidades y sus decepciones, y hacerlo siempre desde un lugar cálido y sereno. Hablar de una vida en curso, abierta, impredecible, en una ciudad todavía habitable.

Sachs ha conseguido así volver a hacer una película en apariencia pequeña pero que trasciende y emociona en el reconocimiento de la autenticidad, la sinceridad y la verdad de sus materiales.

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