Análisis

Fernando Mendoza

Arquitecto

El Museo de las Cofradías: la parte por el todo

El autor, arquitecto de reconocido prestigio, analiza las repercusiones que tendría la construcción de este equipamiento en el entorno de la Casa de la Moneda y la Torre de la Plata.

El solar en el que se pretende construir el Museo de las Cofradías.

El solar en el que se pretende construir el Museo de las Cofradías. / José Ángel García

RECIENTEMENTE ha aparecido en la prensa local sevillana la presentación de un proyecto de ámbito privado para construir un Museo de las Cofradías en la Casa de la Moneda, espacio donde se acuñaban los metales preciosos que llegaban con las flotas de Indias.

Nadie discute el importante papel de las cofradías en la organización social de Sevilla. Éstas constituyen un entramado religioso y asistencial sin las cuales la ciudad sería muy diferente. Nadie, tampoco, polemiza sobre su extraordinaria historia y el importantísimo patrimonio artístico y religioso que atesoran y guardan cuidadosamente en cantidad y calidad. Realmente, la extraordinaria Semana Santa durante la cual se muestra todo este rico patrimonio es ya un museo en sí, un museo en la calle, interactivo, al que asisten millones de personas.

Las cofradías son parte crucial de Sevilla y no es posible, a mi entender, desligarlas de la historia de una de las ciudades más singulares del occidente cristiano. Es por ello que deberían estar representadas adecuadamente bajo el techo general de un Museo de la Ciudad de Sevilla. Se hace difícil comprender estas organizaciones sin tener en cuenta, entre otras cosas, los más de cinco siglos de dominación musulmana, el repartimiento de Fernando III, las organizaciones gremiales de la ciudad, la Inquisición, los problemas de la “limpieza de sangre” de judíos y mahometanos y los contactos con África, América, Flandes e Italia.

Desde hace décadas, el Museo de la Ciudad es uno de los asuntos pendientes que ningún gobierno municipal se atreve a abordar. ¿Qué ciudad europea con tan rico patrimonio no tendría ya un museo excepcional en calidad y extensión que diera cuenta de su pasado? Con la historia riquísima y fascinante que posee esta ciudad, el museo sería un hito para todos los sevillanos y nuestros visitantes. No olvidemos que, durante doscientos años, al menos, Sevilla fue el centro del mundo conocido entonces por su condición de puerto de las Indias. Ahora conmemoramos los quinientos años desde la fecha de circunnavegación de Magallanes y Elcano, el primer acto de un mundo global.

En un principio se propusieron los conventos de Santa Clara y San Clemente como posibles museos de la ciudad, se avanzó bastante en el proceso y se encargaron importantes maquetas. Desgraciadamente, la pequeña política se encargó de paralizarlo. Barcelona, Londres, Bruselas, Nueva York, México o Berlín, entre otras, tienen museos de la ciudad muy destacables que sirven de centros de interpretación para el local y el visitante, permitiéndoles entender mejor su entorno. Aquí nos tenemos que conformar con la lamentable exposición de la Torre del Oro.

Por otra parte, el edificio de la Casa de la Moneda se propone en uno de los espacios más cualificados de la ciudad. Anteriormente fue palacio musulmán de Abu- Hafs y después Atarazanas de los Caballeros, muy bien estudiadas por Pablo Emilio Pérez-Mallaína en su monumental estudio sobre las Atarazanas de Sevilla. Fue espacio auxiliar del astillero que se usaba para todas las labores necesarias para las galeras que no tenían cabida en el edificio principal: confección de velas y remos, herrajes, fabricación de la galleta para las provisiones, manufactura de cordajes, e incluso prisión. Desgraciadamente este nivel medieval se encuentra por debajo del nivel freático y no es posible acceder a él, como lo será en las naves 6 y 7 de las Atarazanas hasta el nivel del astillero donde se guardaban y mantenían las galeras.

El Museo de las Cofradías se proyecta en un edificio con una sola planta sobre el nivel del suelo actual y cuatro plantas de sótano debajo hasta llegar a la profundidad de 15 metros, según establece el Plan Especial de 2005. El problema es que, según el estudio arqueológico de este mismo Plan, el agua aparece a los tres metros. Aunque el nivel del río está más bajo, la Casa de la Moneda está rodeada por una potente muralla, que, aunque sólo se vea parcialmente por estar debajo del nivel del suelo actual, crea un nivel freático elevado, procedente de aguas de lluvia, roturas de redes, etcétera. Es como una gran piscina en la que el agua puede entrar, pero no puede salir. Con estas condiciones, plantear al menos tres sótanos bajo el nivel freático es una propuesta muy arriesgada. Someter a la acción del agua y la humedad los frágiles y valiosos elementos sacros de las hermandades creo que es inadmisible y que sus propietarias no aceptarían.

Por otra parte, la excavación hasta los 15 metros de profundidad pondría en peligro la estabilidad de toda la muralla perimetral ya que la dejaría sin el soporte del terreno. Recordemos que la muralla debe estar a un nivel parecido a la cerca de las Atarazanas, cuya cimentación se encuentra sólo a seis metros del nivel del suelo actual.

Así pues, no sólo falta una reflexión en profundidad de cómo transmitir adecuadamente la riquísima historia de la ciudad, sino un replanteamiento a fondo de un plan que impide, a mi entender, una construcción viable en la Casa de la Moneda. Mientras tanto no estaría de más urbanizar, adecentar y arbolar el antiguo aparcamiento y hacer visitable la Torre de la Plata, ocupada absurdamente por una dependencia municipal que podría estar en cualquier otro lugar.

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