Análisis

jesús Alba

Una herencia de fútbol

Ni mi amigo ni yo al final fuimos futbolistas, pero ahí andamos los dos, enredando con el fútbol

Lo levanté una tarde tórrida de verano de la siesta para llevar a un amigo que jugaba en la cantera del Sevilla a un partido a la ciudad deportiva. Por el camino, en aquel Renault 12 azul que está en casi todos los recuerdos de mi niñez, de reojo podía ver en su rostro esa ilusión como si de uno de los suyos se tratara, quizá porque tenía la certeza de que en casa no íbamos a tener un futbolista. Aun así, movió Roma con Santiago y tiró de un favorcillo que le hizo una vez a Pepe Alfaro para que lo intentara. Y allí estaba yo, de su mano, en aquel patio sevillano de la calle Harinas con escudos del Sevilla en los macetones de cerámica. Tenía claro que en casa no iba a salir ningún futbolista, pero sí que se iba a respirar fútbol. "Que estudie". Fue el mejor regalo que me hizo Pepito Alfaro, con el que años después tras algún encontronazo por alguna crónica severa cultivé una apreciable amistad.

Por sus amistades, fue el primero que me metió en un vestuario de Primera e inyectó el veneno en mi cuerpo casi sin que me diera cuenta, igual que todos los valores. Sin apenas palabras. Con silencios y con hechos, como más calan.

Ahora que no puede haber público en las gradas, que los domingos con sabor a fútbol a las cinco de la tarde han pasado a la historia y que en la comodidad de un sofá y un mando a distancia se han dejado de valorar los muchos esfuerzos que requiere esta pasión, cuando los clubes no entienden que un asiento en un estadio es mucho más que los mil y pico de euros de un abono de adulto... ahora es cuando más recuerdo cada domingo cuando llegaba la hora mis nervios al oír sus zapatos por el pasillo, su gabardina y su paraguas y ese esperarme sin hablar en la puerta de casa.

En un año han cambiado muchas cosas, el mundo está patas arriba, pero la ilusión dentro de nosotros sigue intacta y eso es gracias a ti. Al final ni mi amigo ni yo fuimos futbolistas, pero ahí andamos, enredando los dos con el fútbol.

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