Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Magno
Me temo que tenemos que empezar a cambiar algunos conceptos de la medicina tradicional. Durante el largo periodo de formación, que pasamos los profesionales en España, nos enseñan que las patologías relacionadas con el corazón como son el infarto y la angina de pecho son enfermedades que afectan mayoritariamente, por no decir casi exclusivamente, a los hombres. Las tablas de riesgo cardiovascular que seguimos manejando hoy en día, que son las que nos ayudan a calcular la probabilidad que tiene un paciente de presentar en su vida un evento cardiaco, multiplican por dos el riesgo en el sexo masculino. Y con ese concepto seguimos trabajando.
Pues bien, recientemente leí una entrevista al Dr. José María Gámez Martínez, experto en la enfermedad cardiovascular isquémica de las mujeres y presidente de la Asociación de Cardiología Clínica de la Sociedad Española de Cardiología, donde reconocía que por diferentes motivos, la mujer está infradiagnosticada y que había que mejorar la sensibilización de los colegas en el diagnóstico de esta patología en el sexo femenino y cambiar las pruebas diagnósticas haciendo estudios funcionales adecuados en los casos en donde el daño no se detecta con las pruebas habituales tradicionales.
Uno de esos motivos es porque el dolor en el pecho, aun teniendo diferentes causas, es un síntoma frecuente en la ansiedad y es difícil en muchas ocasiones diferenciarlo del origen cardíaco. Sin embargo, y lo curioso en este aspecto, es que los profesionales nos inclinamos a pensar que el origen del dolor en el pecho en una mujer es por ansiedad y sin embargo en el varón nos cuesta más pensar en que su origen sea emocional y nos decantamos de inicio por un problema realmente orgánico. Y eso es así porque nos lo han enseñado así.
Igualmente les ocurre a nuestras pacientes, que cuando les duele el pecho también tienden a pensar en una crisis de ansiedad o que simplemente están nerviosas, y esperan a ver si se les pasa la molestia antes de consultar. La Dra. Mar Martínez Quesada comentaba recientemente en un programa de radio, al que nos invitaron el día 8 de mayo, que en su consulta observa a diario que las mujeres ante un dolor en el pecho, en su mayoría, demoran la asistencia atendiendo otras demandas de su rutina y priorizan la conciliación familiar, acudiendo más tarde a ser diagnosticadas con las graves consecuencias que eso supone.
Durante años, los múltiples estudios de investigación en esta materia han contado entre sus muestras de pacientes mayoritariamente con población masculina. Revisando toda esa literatura y recalcando esas cifras, un estudio publicado en 2019, admite que la población femenina en esas muestras ha aumentado ligeramente en los últimos años alcanzando el 30% en el reclutamiento de mujeres con enfermedad cardiaca (el 70% restante siguen siendo hombres), pero sin embargo, reconocen los autores que el porcentaje de mujeres con esta enfermedad en la población general llega a ser del 55 %.
El Dr. Gámez Martínez coordinó entre 2012 y 2013 a 41 investigadores de toda España en el estudio SIRENA, partiendo de la siguiente premisa: la cardiopatía isquémica, a pesar de ser una de las primeras causas de muerte en la mujer, por delante incluso del cáncer de mama, apenas se diagnostica al estar considerada como una enfermedad de hombres. En este interesante estudio se ha comprobado que la prevalencia de factores de riesgo cardiovascular es muy alta, similar a la de otros registros europeos y nacionales, pero reseña con inquietud que, aunque el control de los factores de riesgo no es correcto ni en hombres ni en mujeres, las consecuencias en mujeres aún son peores porque los factores de riesgo cardiovascular clásicos (la hipertensión, el colesterol, la diabetes, el tabaco y el sobrepeso) les afectan de forma diferente que a los hombres y son más agresivos. Es más, el estudio detecta que incluso las mujeres ya diagnosticadas de infarto y tratadas, seguían teniendo un mal control. Es decir, la mujer española cuida mejor de los suyos que de sí misma. Tenemos que reflexionar esto detalladamente.
Y por si a alguien le surge la duda acerca de la mortalidad, como ya me han preguntado, confirmar que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte tanto en hombres como en mujeres, sin embargo, aparecen diferencias en las cifras según los tramos de edad, pues en las mujeres se presenta como causa de mortalidad de forma más tardía.
Y es curioso, pero me voy a tener que retomar mi primera tribuna y hablar de nuevo de la comunicación y la empatía. En el estudio publicado en 2018 sobre asistencia hospitalaria en infartos en las urgencias del estado de Florida entre los años 1991 y 2010, en el que se pretendía detectar si existía correlación entre el sexo del médico y el paciente durante la atención sanitaria, se observó una concordancia entre sexos y una asimetría en la mortalidad, de manera que las mujeres con infarto agudo de miocardio que habían sido atendidas por varones tenían una peor supervivencia que las mujeres atendidas por médicas. Y por si quedaba alguna duda, evidenciaba que los médicos varones que era más efectivos en diagnosticar a esas pacientes eran los que tenían más compañeras o pacientes mujeres tratadas con infarto en su vida laboral. Es decir, estaban más concienciados a interpretar los síntomas y, por tanto, diagnosticaban más.
Entonces, ¿ahora qué? ¿Qué hacemos con las tablas de riesgo cardiovascular tan manejadas? Pues tendremos que dejar que la evidencia nos demuestre que la sociedad ha cambiado y la medicina también se actualiza y deja de ser masculina, algo que ya ocurre en nuestras facultades desde hace años.
Quisiera agradecer públicamente a este compañero por la entrevista y ese reconocimiento a la salud de la mujer. Gracias a profesionales así mejoraremos nuestra atención clínica y de verdad conseguiremos ser igualitarios y hacer una medicina personalizada.
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