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Charo Ramos

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Alberto, hace 50 años

Una muestra de la figura más importante del exilio en la URSS abrió el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla

Pasábamos por delante de ella varias veces al día en el trayecto al trabajo, no insensibles a su ruina como parecían serlo nuestros dirigentes, y ahora la echamos de menos al igual que todo nuestro mundo de ayer. Me refiero a la antigua iglesia de San Hermenegildo, el inmueble de la plaza de la Concordia, cerrado desde 2006, donde abrió sus puertas hace 50 años el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla. Estos días se sucederán artículos recordando a Florentino Pérez Embid, cuyo empuje personal fue esencial para que la ciudad contara con el primer espacio estatal dedicado en Andalucía al arte contemporáneo. Su primer director fue el entonces estudiante de Arquitectura Víctor Pérez Escolano, que se apoyó en Paco Molina y José Ramón Sierra para sacar adelante tan retador proyecto. El museo abrió sus puertas el 10 de noviembre de 1970 con una exposición dedicada al gran escultor Alberto y mañana su sucesor natural, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), tendría que inaugurar una muestra conmemorativa que el coronavirus ha obligado a aplazar. Es hermoso imaginar el impacto de la obra del toledano Alberto Sánchez, la figura más importante del exilio republicano en la URSS, y su difícil encaje en San Hermenegildo, un templo desamortizado de una sola planta elíptica cuya cúpula decoran las pinturas diseñadas por Herrera el Viejo. Que la prensa y la crítica de arte son esenciales lo corroboró con su cobertura el Correo de las Artes, el suplemento semanal de El Correo de Andalucía que dirigía don Antonio Bonet Correa y donde colaboraban su hijo Juan Manuel Bonet y Quico Rivas.

El pasado enero recorríamos en Madrid la muestra que Juan Manuel Bonet organizó sobre el exilio republicano español y ahí estaba de nuevo Alberto: desde sus orígenes humildes trabajando como porquerizo y panadero a su amistad con Benjamín Palencia, quien le descubrió las vanguardias parisinas, su papel en la Escuela de Vallecas y su marcha a Rusia en 1938 como profesor de dibujo de los niños refugiados, a los que acompañó al otro lado de los Urales. En Moscú Alberto realizó bodegones, escenografías y asesoró artísticamente, enfermo de nostalgia, al Quijote ruso que rodó Kozintzev. En 1937 Renau y Lacasa le habían pedido que participara junto a Picasso y Miró en el Pabellón de la República de la Exposición Internacional de París, donde realizó su célebre monolito de 11 metros El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella. Inaugurar con Alberto el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla era, a finales del franquismo, una declaración de intenciones, y las muestras sucesivas corroboraron esa valentía. Ahora que se cumple medio siglo toca reflexionar sobre si estamos a la altura del arrojo y la coherencia de aquellos pioneros.

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