La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El sí de Burgos

Es el creador de un modelo de ciudad y de una visión de Andalucía fundamental y plenamente vigente

El año pasado no quiso la Medalla de Andalucía, como en 2012 se negó a recibir la de Sevilla pese a la cantidad de firmas de entidades y de particulares muy diversos que se recogieron con tal finalidad. Todo el mundo elogia cómo escribe Antonio Burgos, pero las pruebas del éxito son la creación de escuela y el ramillete de críticos feroces. Los enemigos son como los canarios. Todos los días hay que renovarles el agua y el alpiste. Sin enemigos no hay triunfo en el periodismo, no se engañen. O engáñense si así son más felices. Burgos ha creado una Sevilla propia, un verdadero modelo de ciudad en el que usted puede verse o no reflejado, pero que existe porque su autor ha conseguido que se reconozca. En Cádiz le dedicaron un paseo. Y en Sevilla, como él mismo dice socarronamente en privado, lo mandan a paseo... El presidente Moreno estuvo hábil al ofrecerle la medalla en 2019. El malagueño debió darse cuenta con rapidez de la singularidad del sevillano. Se vieron posteriormente en el Palacio de San Telmo, el lugar con menos luz de Sevilla por obra y gracia del arquitecto del régimen, aunque en este nuevo régimen también comienzan a verse sitios oscuros, pero eso es harina de otro costal y materia para otra columna (y azotes) que ya escribiremos. Moreno ha sabido esperar un año y le ha dado el título que merece una trayectoria que superó hace tiempo los 50 de profesión en un oficio en crisis y en el que se mantienen pocos veteranos y mucho menos firmando a diario. El de Hijo Predilecto es un reconocimiento más adecuado que la medalla. A Burgos lo leen ahora los nietos de sus primeros lectores, gracias a su enorme vocación que le mantiene en forma y a las redes sociales que le permiten ser leído por veinteañeros. La gente libre dice sí cuando quiere y no cuando también quiere. A Burgos es raro que se lo encuentren en un bar, pero escribe de bares con más precisión que quienes los frecuentan. Oficio se llama. Se prodiga muy poco en la Feria y se esconde en Semana Santa. Es de los que ha visto torear a Curro de verdad. No habla ni escribe del Faraón de Camas de oídas, aunque Burgos tenga un gran oído, que lo tiene, y una vista más larga que los linces de Doñana que nunca cruzan por la carretera de Matalascañas por más pasos elevados que se hayan construido. Hace mucho tiempo que dejó las tertulias sobre asuntos de actualidad, no concedió ninguna entrevista antes del Pregón de Semana Santa y declinó la asistencia al acto de entrega de las pastas. Presume con razón de saber decir que no. Para muchos es un fin de raza del periodismo. Dice que no cuando todos dirían que sí y dice que sí cuando casi nadie espera ya que lo haga.

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