¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Carbajal y la Sevilla del silencio

Los edificios del flamante Premio Andalucía de Arquitectura nunca gritan, nunca agobian ni desagradan

Carbajal, en su estudio.

Carbajal, en su estudio. / DS

YA hemos apuntado alguna vez en esta columna que José Antonio Carbajal pertenece a la Sevilla del silencio, y por eso se merece de sobra el recién concedido Premio Andalucía de Arquitectura. Para comprobar lo que decimos, el lector sólo tiene que ir a la calle Antonio Maura, la perpendicular de Cardenal Bueno Monreal donde se ubicaba el desaparecido Antares. Allí se encuentra la residencia Rector Ramón Carande que Carbajal diseñó para la Universidad de Sevilla, un edificio moderno y funcional que da calidad arquitectónica a una de las avenidas con más circulación de la ciudad. Póngase el explorador urbano delante de la portería del inmueble y después gire la cabeza a la derecha, en dirección al solar donde se encontraba el club empresarial y hoy se levanta un mamotreto sobredimensionado e infumable construido por la Cámara de Comercio. Los dos edificios, el de Carbajal y el feo, son residencias universitarias, pero el primero se ha hecho con respeto a la ciudad y a los ciudadanos, mientras que el segundo es un monumento al pelotazo, arquitectura hinchada con la bimba del todo por la pasta.

La burbuja de las residencias universitarias está haciendo estragos en el sur de la ciudad, cuyos valores urbanísticos heredados de la Exposición del 29, nuestra particular Belle Epoque primoriverista, están siendo anulados con edificios como el antes citado. El futuro del sur de la ciudad debería ser el de potenciar la filosofía de ciudad-jardín que subyace en sus zonas más nobles: la Palmera, la urbanización Sector-Sur, el Porvenir viejo... Sin embargo, lo que se está haciendo es acosar cada vez más estos espacios con adefesios fuera de escala, una extraña y paradójica mezcla entre sovietismo y neoliberalismo salvaje, como el gran mazacote que están levantando junto al Tenis Betis. Quieren una ciudad de cartón piedra en el centro y otra de colmenas en los barrios para amontonar al común.

Por eso son importantes ejemplos como el de José Antonio Carbajal, arquitecto que se ha movido tanto en los lenguajes tradicionales (es responsable de las obras de la Real Maestranza y de la restauración del Teatro Falla de Cádiz) como en los modernos, y cuya arquitectura siempre ha buscado servir al hombre y la ciudad. Decíamos que pertenece a la Sevilla del silencio porque sus edificios nunca gritan, nunca agobian ni desagradan, y ese es el gran legado que dejará a las nuevas generaciones de arquitectos, que deben ser conscientes de que la ciudad del futuro será callada o no será.

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