MOJITOS con licencia de quiosco y a precio de local suntuoso. Cubatas ambientados con el encanto de espacios públicos de la ciudad que sostenemos todos y a beneficio de empresarios conscientes de que su negocio se basa en situarse fuera de la ley. Whisky bailón al aire libre de la vista gorda para que la música suene cuando no está permitido. Es el paisaje de las veraniegas terrazas de copas en Sevilla. Picaresca con hielo. Ejemplo mayúsculo de cómo el Ayuntamiento, con el PSOE, con el PP y con el PA, ni a finales del siglo XX ni a principios del XXI, es incapaz de regular y encauzar con rigor y equidad las actividades más previsibles y más a la vista que imaginarse puedan. Clamorosa falta de autoridad que da coartada al conjunto de la población para infringir cualquier normativa. Mala educación para la ciudadanía impartida por un poder local que pone la mano para cobrar tasas por actividades que en puridad debe primero clausurar y después autorizar a partir de una normativa creada ex profeso.

Como principio general, estoy convencido de que la mayor parte de la población considera plausible que existan terrazas de verano y no solamente discotecas techadas. Pero esa singularidad vinculada a nuestro caluroso clima y a la necesidad psicológica de sobrellevarlo por las noches al aire libre (todavía hay barrios donde las familias se sientan en las plazas a charlar) no puede seguir siendo un vacío legal del que se lucran para forrrarse los aprovechados que hacen buenas migas con los ediles, con los policías y con los funcionarios.

El cierre del Luna Park y la venganza de su empresario contra las demás terrazas que ocupan igualmente aceras, jardines y pasos que son vía pública, debe marcar un punto de inflexión definitivo en este cachondeo municipal. Evítese la tentación de la prevaricación con alevosía y nocturnidad. Tómense en serio la ciudad. No es tan difícil fijar las reglas para que los cubatas se sirvan dentro de la ley.