Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Desmesurado tercer tiempo para el derbi

El quite del perdón de De Jong y lo de usar a todos los centrales en casa centran el interés

Será larga la resaca del derbi y aunque es lo habitual, en esta ocasión transcurre en el abonado terreno del parón liguero, otro más. Dos semanas dan para mucho y si se trata de festejar o lamentar, pues dan para muchísimo más. Es un derbi que sirvió para confirmar la supremacía sevillista, recobrada tras el paso de Setién por el banquillo bético, y para que en el rival empezaran el derbi inquietos y lo terminaran tremendamente inquietos.

La victoria hace que empecemos por un Sevilla que tiene motivo doble o triple para estar satisfechos, pues si de toda la vida no hay alegría mayor que darle en los morros al vecino más cercano, en esta ocasión hay motivos tan concluyentes como el que De Jong se haya hecho perdonar de un plumazo su sarta de errores. Junto a esto, la conclusión es la de que el equipo, casi nuevo, está sincronizado, lo que habla bien a las claras del nivel profesional de su entrenador.

Todo lo contrario en la acera contraria, donde el bético anda intentando comprender cómo salió al campo su equipo. Utilizar a todos los centrales del plantel puede justificarse en el Bernabéu, pero repetir la faena ante el Sevilla y como local es de aurora boreal. Por ahí entregó el derbi el Betis, ya que si la sábana es corta y te tapa la cabeza, los pies quedan al aire. Y de tanto blindarse atrás, el centro del campo fue por donde el Sevilla fue hincándole el diente al partido.

Decididamente, aunque los enemigos de Setién o del Betis estén a muerte con Rubi, la andadura heliopolitana del catalán se alarga de forma incomprensible. La resaca del partido de los partidos será larga y lo raro es que apenas haya hecho ruido el clamoroso penalti de Diego Carlos a Joaquín que ni siquiera revisó el VAR. Choca mayormente porque uno exactamente igual de Borja Iglesias la noche del Getafe impidió el triunfo del Betis. Y ahora parón, qué aburrimiento.

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