¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

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Diplomacia irresponsable

Lo de Israel en Gaza es reprobable, pero no justifica el protagonismo irresponsable que pretende Sánchez en el conflicto

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EFE

LA llamada Guerra de la Independencia supuso una enorme falla en la Historia de España. El reino quedó despoblado y empobrecido, y pese a ser una pieza clave en la derrota de Napoleón, pasó a ser un paria en el concierto europeo. Tanto que su participación en el Congreso de Viena (en el que se diseñó el orden internacional postnapoelónico) fue ridícula. Hasta la Restauración borbónica de 1874, España no tuvo política exterior, si exceptuamos algunas aventuras neocoloniales en México, Marruecos y la Conchinchina. Después se recuperó algo el tono, pero siempre como un país de tercera. Alfonso XIII promovió las relaciones con Iberoamérica y las comunidades sefardíes; la diplomacia de la II República apenas consiguió el apoyo de la Unión Soviética; y el franquismo sudó sangre para ser admitido en la ONU, aunque cuidó especialmente al Mundo Árabe. El africanista conocía bien la psicología del musulmán y, si en España la Crisis del Petróleo no fue una absoluta tragedia, se debió en parte al crudo barato que nos mandó Sadam Husein. Esa morofilia ha permanecido grabada al ácido en nuestra visión del mundo, desde las amistades peligrosas con las teocracias del Golfo Pérsico de Juan Carlos I hasta la militancia propalestina de la izquierda, muchas veces sin distinguir a movimientos legítimos de grupos terroristas. No es una casualidad que las relaciones diplomáticas con Israel no se estableciesen hasta una fecha tan tardía como 1986.

Sería la Democracia la que le devolvería a España una política exterior plena y realista, adecuada a nuestra condición de potencia media insertada en el bloque occidental. Las líneas fundamentales serían Iberoamérica, el Magreb y Europa. Exceptuando el atlantismo extremo de Aznar, que fue reconducido tras el desastre de Irak, la diplomacia española ha mantenido, con mayor o menor acierto, una política coherente. Hasta la llegada de Sánchez. Fíjense bien. En Iberoamérica estamos a punto de romper relaciones con Argentina y se nos ha perdido completamente el respeto en Venezuela, Colombia o México. En el Magreb hemos traicionado a los saharauis (nuestra responsabilidad histórica), enfadado a Argelia y capitulado ante un Marruecos que nos hace la vida imposible. En Europa no hemos sabido aprovechar el cheque en blanco que nos ha dado la UE para avanzar en la cosoberanía en Gibraltar. Ahora nos hemos cargado las relaciones con Israel. Y sí, lo que está haciendo el Estado judío en Gaza es absolutamente reprobable, pero no justifica este protagonismo irresponsable que Sánchez quiere tener en el conflicto. Como Aznar en Irak.

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