¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
Alos dos partidos que más podrían beneficiarse con nuevas elecciones, PP y Podemos, se les ve el pico de la muleta. En una situación económica y social delicada Rajoy hace una vez más la estatua y evita su investidura, e Iglesias ofrece una propuesta cómica de coalición a los socialistas en la que se nombra vicepresidente y reclama para los suyos los principales ministerios. Son Don Tancredo y el Bombero torero. En ambos casos llueve sobre mojado.
Rajoy ya sabe que le llaman Don Tancredo, pero dice que es un tópico. En octubre, en Antena 3, dio una respuesta tan ensayada como las jugadas de fútbol a balón parado: "Fui Don Tancredo cuando me negué al rescate de España, y podía no ser Don Tancredo y haber aceptado el referéndum que pedía el señor Mas". Sus ayudantes le pueden preparar todas las respuestas de laboratorio que quieran, pero el buen hombre es así.
Rajoy es un antilíder. Su costumbre de dejar que las cosas se arreglen solas puede valer para asuntos menores, pero el país necesita un gobernante con autoridad. Y esa no es la principal virtud del presidente en funciones. El viernes anunció que no se presentaba a la investidura, porque no tenía respaldo suficiente. Pero ni siquiera lo ha intentado. No ha llamado ni a Ciudadanos, con un programa concreto de gobierno o cambio constitucional. Muy pobre balance, después de tanto presumir de haber ganado las elecciones y de tener más votos que nadie.
El jefe del PP debería plantear un proyecto a C's y PSOE si quiere de verdad liderar una potente coalición con ellos. Y también tiene la obligación de hacer una oferta a la nación. Felipe González presentó en mayo de 1980 una moción de censura contra Suárez que perdió en votos, pero ganó en argumentos con autoridad, lo que contribuyó a su llegada a La Moncloa dos años después. Rajoy ha desaprovechado esa posibilidad.
En paralelo, Pablo Iglesias hace teatro de comedias, sin complejos. Va a ver al Rey y a la salida enuncia un posible gobierno de coalición con el PSOE, en el que él sería vicepresidente con mando en plaza. Se inventa un ministerio de la plurinacionalidad para sus coaligados catalanes e insinúa que Garzón, Errejón, Bescansa, general Rodríguez o juez Rosell, serían buenos titulares de Economía, Interior, Exteriores, Defensa o Justicia. Y de camino duda que Pedro Sánchez mande en el PSOE.
Es difícil encontrar un precedente en la política española de un dirigente con semejante complejo de superioridad. El único que se me ocurre es Aznar. Ayer los socialistas han respondido que no aceptan ni que Rajoy corra el turno ni chantajes, en alusión a Podemos. Pinchan un globo sin aire, supongo que para regocijo de Iglesias, cuya principal arma es la propaganda.
Si hay elecciones, tanto artificio se puede volver contra Don Tancredo e incluso contra el Bombero torero de larga coleta.
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