Empedrada de buenas intenciones

Dice el refrán que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Como Sevilla

16 de mayo 2019 - 02:31

La Real Academia debería actualizar la palabra peatonalizar. Su actual acepción es "hacer peatonal una calle o una parte de la ciudad impidiendo el tráfico de vehículos por ella". Pero en Sevilla tiene un significado más amplio que incluye cortar árboles y eliminar jardincillos, quitar aceras y adoquines para sustituirlos por desiertos de losas grises de materiales porosos rápidamente llenos de churretes y en muchos casos llenar el plano vacío resultante de veladores.

En Sevilla peatonalizar no es sólo impedir el tráfico de vehículos en beneficio de los peatones; ni tan siquiera emprender algunas modificaciones para hacer más amables los espacios. Aquí significa crear un deforestado desierto de losas grises que multiplica por mucho los efectos de las calores secas o pegajosas que van de mayo a octubre (uno de los responsables del proyecto de peatonalización de la Avenida escribió: "En las primeras semanas del trabajo realizamos una radiografía de cada uno de los árboles y la propuesta fue la eliminación de los ejemplares en mal estado o irrelevantes y la sustitución de aquéllos que afectaban a la visualización de fachadas de interés": no se olvide que lo primero que se hizo fue talar los árboles de gran porte por esta manía cateta de que luzcan las fachadas puesta en práctica en el Parlamento, San Telmo, la Avenida, Almirante Lobo y pronto la Magdalena); alterar gravemente fisonomías urbanas consolidadas; sustituir materiales propios (los adoquines de Gerena) por importaciones de dudoso resultado; no prever el ordenamiento de los flujos peatonales del creciente turismo de masas y su interacción con los carriles bici y -en el caso de la Avenida- el Metrocentro; no tomar medidas, hasta que es demasiado tarde, para que los espacios peatonales o semipeatonales no se abarroten de veladores (paseen por Mateos Gago, Alemanes o Cuesta del Bacalao); y no dar alternativas de acceso a los residentes.

Nadie duda que la peatonalización es un bien, que la Alameda o la Encarnación exigían intervenciones tras años de abandono o que la Catedral no podía estar atacada por humos y vibraciones. Pero todas estas bondades se pueden malograr si se ejecutan torpemente. Lo que se hizo bien en Cuna, Tetuán o Asunción se hizo mal en la Alameda, la Encarnación, la plaza de San Lorenzo o la Avenida. Dice el refrán que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Como Sevilla.

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