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La ciudad y los días

Carlos Colón

Envidia de Celedón

HUYENDO de no me acuerdo qué cascarria televisiva el zapeo me llevó a un documental de TVE 2 sobre Vitoria. Lo que vi -hace bastantes años que no voy por allí- me dejó K.O. de admiración y, por qué no decirlo, de envidia. Si los vascos han logrado convertir la cenicienta industrial que era Bilbao en la hermosa ciudad que es hoy, a Vitoria, que partía con la ventaja de ser pequeña, hermosa, verde y bien conservada, la han convertido en una especie de parque inglés con chapela en vez de bombín. Algo muy distinto del adosado apelotonado en paisajes devastados por la avidez y la catetería, amueblado con artefactos de gran superficie que pasan por modernos y afeado por la conversión del jardincito en un patio enlosetao adornado con enanitos en que los sevillanos -unos aplaudiendo, otros callando- estamos degradando nuestra ciudad.

En Vitoria no se arrasa la ciudad histórica para mal inventarse la moderna, no se despilfarra en caprichos tranviarios de latón, no se convierte el centro histórico en un parque temático mientras los barrios modestos se hunden en la marginalidad y los marginales se convierten en guetos difícilmente recuperables, no se abandonan los parques, no se descuidan y talan los árbolesý En Vitoria, vi con envidia en el reportaje, hay un árbol por cada dos ciudadanos y 42 metros cuadrados de zona verde por persona, lo que la convierte en la ciudad europea con más zonas verdes consolidadas. ¿Pasean ustedes por Sevilla? ¿Ven tantas y tantas calles rapadas de verde, huérfanas de árboles, convertidas en desiertos de asfalto y cemento, tristes en invierno, abrasadoras en verano, ásperas siempre? ¿Han visto, por ejemplo, cómo han dejado Virgen de Luján y José Laguillo tras las obras de los aparcamientos? Si David Lean rodara ahora Lawrence de Arabia en Sevilla como hizo en 1962, no sólo convertiría la Plaza de España, Pilatos o el Alfonso XIII en Damasco, sino que se podría ahorrar el viaje a Almería rodando las escenas del desierto -el yunque del sol- en estas o en tantas otras calles sevillanas.

No me quedo ya con los comercios -¡qué confiterías!- históricos de Vitoria, ni con la conservación de su casco antiguo, ni con el éxito en mantenerlo vivo sin museificarlo o convertirlo en un parque temático, ni con la rehabilitación de sus hermosas casas con galerías y miradores acristaladosý Me quedo con sus árboles, con el cinturón verde -parques de Armentia, Salburúa, Olarizu y Zabalgana- que la rodean, con sus viejos árboles de gruesos troncos y grandes copas, con ese verde que mancha de vida cualquier parte de la ciudad. Qué envidia de Celedón.

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