Antonio Montero Alcaide

Escritor

Excomunión en el Guadalquivir

Que un papa excomulgue a un rey y este haga la guerra a un papa, no es cuestión de estos tiempos

Que un papa excomulgue a un rey y que este le haga la guerra a un papa no es cuestión de estos tiempos, sino de las bravuras medievales, cuando los reyes eran asimismo ministros de Dios y los papas, cismas aparte, también eran ministros mundanales. Así ocurrió, en la segunda mitad siglo XIV, entre el rey Pedro I y el papa Urbano V, con un relato atractivo, aunque quepan dudas de su autenticidad. Las fuentes donde consta son antiquísimas: una es el Sumario de los Reyes de España, previsiblemente elaborado, en el último cuarto del siglo XIV, por del despensero mayor de la reina Leonor, mujer de Juan I de Castilla, con posteriores adiciones. Y otra referencia se halla en la Historia General de España que escribió, en 1601, el jesuita Juan de Mariana.

El enfrentamiento entre el Papa y el Rey se debe a la muerte que este último manda dar al nombrado como maestre de San Bernardo, hombre al parecer religioso y eclesiástico, que apoyó a Enrique II, hermanastro de Pedro I, en la batalla de Nájera. Había también Pedro I descolocado a algunos obispos en Castilla y esta intromisión, junto a la muerte dada al maestre, llevan a Urbano V a resolver la excomunión del rey. Para hacerla efectiva, envió un arcediano a Sevilla, donde el monarca se encontraba tras su victoria en Nájera. El enviado papal, conocedor de las maneras y reacciones del Rey, decide, con maña y cautela, llegar por el Guadalquivir en una galeota muy ligera y acercarse a la ribera del campo de Tablada, por donde don Pedro solía cabalgar. Llamó el emisario a los que estaban con el Rey y este se acercó a escucharlo. Así lo cuenta el Sumario: "Dijo a los que con el dicho rey andaban, que dijesen al Rey que se llegase a la orilla del río, y que le daría nuevas de las partes de levante". Ya que, concreta Mariana, le "diría cosas maravillosas y jamás oídas, porque acababa de llegar de aquellas partes". Pero el arcediano lee la carta de Urbano V, en la que excomulga al Rey por los hechos antes contados. La ira de Pedro I se desata, tal como imaginó el arcediano y por eso leyó la carta desde la galeota, para huir después río abajo. Precisa el Sumario: "De otra guisa no había hombre en el mundo que se lo osase leer que no le matase". Enojado por la burla, "con los ojos encarnizados y hechos ascuas, y con la voz muy fiera, alta y descompuesta", ahora en el relato de Mariana, "como fuera de sí, desnuda la espada y arrimadas las espuelas al caballo, se lanzó en el río". A punto estuvo de ahogarse el rey, que "tiró una gran cuchillada al arcediano". Además de mandar luego "apercibir una armada y hacer grandes llamamientos de gentes de guerra". Informado el Papa, se escribe en la Relación: "Y como el Papa lo supo, pensó en sí, y tuvo su acuerdo, diciendo que este Rey Don Pedro era gran guerrero, y tenía gran dicha en peleas, y era gran Señor, que sería mejor haberse bien con él". Por lo que, tras algunos tratos, el papa absolvió a Pedro I de su excomunión, dicha en la sevillana ribera del Guadalquivir.

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