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javier compás

Escritor

En la Feria, jamón y gambas

Beber bien, comer bien y todo con mesura, charlar con amigos, déjense de negocios

No quita que en un momento dado apetezca una tapa caliente. La tortilla de patatas es muy socorrida, pero a no ser que sea una caseta de confianza, más vale no arriesgarse, se puede llevar uno a la boca un ladrillo seco. Al jamón y las gambas, la calidad se les supone, son el comodín en cualquier caseta dada la idiosincrasia de la Feria de Abril de Sevilla.

Y cuál, dirán ustedes, es esa idiosincrasia según este modesto escribiente. Yo creo que la Feria es alterne social continuado. Me explico, uno sabe cuando entra en la Feria pero no cuando va a salir. Podemos encastillarnos en nuestra caseta a ver venir y saludar o iniciar un peregrinaje de visitas a casetas ajenas. Todo ello supone un beber y comer continuo, sin horas sensatas que nos indiquen almuerzo, merienda o cena, en la Feria todo vale a cualquier hora.

Todo lo narrado hasta ahora sirve para los que, mal que bien, tienen casetas donde aposentarse, pero ¿y los deambuladores sin caseta fija? Esto ya es otro cantar, y no digamos nada los forasteros que van por libre, sin sevillano que los oriente. Pero no nos metamos en esos jardines que esto va de gastronomía, lo de la botellita de agua y el bocadillo en papel de aluminio es otra cosa.

Íbamos de gambas y jamón. Y decía yo que, se entiende, las primeras deben de ser blancas de Isla Cristina, tampoco le hacemos ascos a unos buenos langostinos sanluqueños, pero quizás eso es más de casetas de nuevos ricos, no sé. En cuanto al jamón debe de ser, a ser posible, ibérico de bellota, claro, ya no voy a entrar en que sí Sierra de Huelva, Extremadura, Salamanca o incluso Sierra Norte de Sevilla, más no admito, bueno sí, me olvidaba, hay magníficos perniles en el cordobés Valle de los Pedroches. Naturalmente quién dice jamón dice caña de lomo, que la buena se echa a pelear con el mejor jamón, si no le gana.

Entonces hemos quedado en que los comodines son el jamón (y caña de lomo), las gambas (y los langostinos y las cigalas, nos lanzamos) y una buena tortilla de patatas. Pero la Feria también es terreno de guisos, a poder ser clásicos sevillanos, a saber: potaje de garbanzos, carrillada, carne con tomate, menudo. ¿Pescado frito? Claro, que no se quede la cosa en el primer día, eso que antes era "el alumbrao" y los cursis ahora llaman madrileñamente, "el pescaíto", que antes era un recurso de los socios de la caseta la noche que terminaban de montar e improvisaban unos cartuchos en plan junta de hermandad cofrade y ahora es cena de corbata, vamos para atrás.

No me olvido del caldo del puchero, que es recurso nocturno para asentar el estómago tras el trasiego de varias medias botellas de manzanilla. El vino de Sanlúcar desbancó al fino de Jerez en la Feria. Y ambos han sido ahogados en refresco con el tema "rebujito". Tampoco voy a ser yo quien critique ese cóctel de Feria que me gustaría saber dónde y cuándo se inventó.

Beber bien, comer bien y todo con mesura, charlar con amigos, déjense de negocios y hablen de otras cosas. Sevillanas de fondo, que me temo que más de una caseta entrará en tema reggaetón, madre mía. Aunque en mis tiempos también se ponía a Georgie Dann, hay gente pa to.

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