La ciudad y los días

Carlos Colón

'Igualico quel defunto de de su agüelico'

Uno de los rasgos más destacados de la soberbia y la cortedad de miras de los políticos malamente profesionales, que son los de despacho y olla, es creerse el ombligo del mundo, el centro del universo (local, regional o nacional), los gestores y administradores de las vidas de los ciudadanos en lo público y lo privado, de las leyes y las costumbres, de los estilos de gobierno y las formas de vida. Así hablan de cambios drásticos, caminos sin retorno, amaneceres de nuevos tiempos y ocasos de los viejos cuando, afortunadamente, lo esencial sigue más o menos igual gobiernen unos u otros.

Digo afortunadamente porque en una democracia consolidada los cambios de un gobierno a otro pueden ser importantes, muy importantes, pero nunca decisivos; no hay rupturas que subviertan totalmente lo anterior, sino continuidades que lo transforman o corrigen sin traumatismos; no hay revolución, sino evolución; no hay "gloriosos" años uno de nuevas eras, sino correcciones de lo anterior y adaptaciones a lo que las circunstancias requieren y los ciudadanos demandan.

 

Las dictaduras, ya sean de izquierdas o de derechas, sí se proponen cambiarlo todo después de acceder violentamente a un poder absoluto.

 

En las democracias, por el contrario, la soberanía nacional siempre reside en el pueblo del que emanan unos poderes del Estado siempre limitados por la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico, a los que los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos por igual para garantizar el principio de legalidad, la seguridad jurídica, la responsabilidad o la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos, tal y como en nuestra Constitución literalmente se dice.

 

Moderen por lo tanto sus discursos nuestros políticos de despacho y olla. Dejen de anunciar paraísos si ganan ellos o infiernos si ganan los otros. Dejen de mentir y de manipular como han hecho Zapatero y sus ministros, diciendo una y otra vez que sería una catástrofe adelantar las elecciones para después adelantarlas; como ha hecho Soraya Sáenz de Santamaría, pidiendo que las elecciones andaluzas coincidan con las generales después de llevar tantos años pidiendo su partido que se separaran para que los andaluces pudieran decidir su futuro político sin que el estruendo de las generales ahogara el debate autonómico; y como ha hecho el PSOE, que antes prefería unir las generales y las autonómicas y ahora separarlas porque antes los vientos nacionales les eran favorables y ahora le son desfavorables.

 

"Igualico, igualico quel defunto de su agüelico", que decía la abuela del cateto Agamenón en el Tío Vivo.

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