Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Importantísimo saber que ganar no es imposible

PARECÍA que se iban a ir a festejar a la Plaza Nueva por lo que supuso el triunfo sobre el Espanyol timorato de Javier Aguirre. Fue tal la explosión de júbilo que desató el doblete de Rubén Castro que daba esa impresión de hazaña. Aun reconociendo que no se ha hecho nada y que salvar la pelleja está complicadísimo, la victoria supo en el beticismo a algo que parecía imposible después de cuatro meses, cuatro, de no saber a qué sabía.

Estaba el bético agarrado a un manque pierda que ya empezaba a encocorarle, que lo de perder es algo a lo que no termina uno de acostumbrarse y, más aún, con tanta insistencia. Por eso, en la tarde que debutaba en el banquillo uno de los suyos se salía de una pesadilla larga, larguísima, como si en vez de pesadilla hubiera sido una noche de insomnio de esas en la que no se te viene a la mente nada que merezca la pena. De ahí, lo comprensible de tamaña explosión de júbilo.

Pero ahora, cuando las horas han enfriado el momento jubiloso hay que caer en la cuenta de que el Betis está ante la aventura de escalar una pared. Y como resulta que las paredes son escalables siempre y cuando la ilusión y el trabajo se amalgamen, en este Betis que han colocado a los pies de los caballos antes y en manos de Gabriel Calderón ahora no puede faltar por ningún motivo la ilusión y, sobre todo, el trabajo en ese durísimo día a día de mientras haya vida...

¿Y qué ha cambiado para una imagen tan distinta a la del resto del curso? Pues sólo que el concepto de equipo reapareció tras muchos meses sin esperársele. Nada más y nada menos con el aditamento del retorno de los goles del mejor, o único, especialista del plantel. Desde ya, y sabiendo que ganar no es imposible, en el Betis ha de irse partido a partido, como siempre en fútbol, y ya veremos. Ahora bien, esa alegría que volvió el domingo por Heliópolis a ver quién la borra.

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