la ciudad y los días

Carlos Colón

Marilyn y los vampiros

SE cumplieron ayer 50 años de la muerte de Norma Jean Baker. No de la de Marilyn Monroe, que hoy está más viva y goza de mayor prestigio que nunca. Norma Jean era un ser humano de vida desdichada. Marilyn Monroe era una criatura mitológica, medio humana en lo que de Norma Jean había en ella y medio ficticia en lo que de estrella cinematográfica tenía. Vayan al Westwood Village Memorial Park y verán la tumba de Norma Jean. Pongan un DVD y verán vivir a Marilyn Monroe. Era el destino muchas veces trágico -como es propio de las criaturas mitológicas- de esos seres fabulosos, las estrellas, creadas por los estudios.

Norma Jean murió intentando matar a Marilyn Monroe. Es como si Conan Doyle y Sherlock Holmes hubieran sido la misma persona y el escritor se hubiera precipitado por las cataratas de Reichenbach para acabar con su criatura. La desdichada mujer fue víctima, antes que nada, de sí misma. Mi padre escribió en el España de Tánger un artículo pocos días antes de su muerte que se publicó, casualmente, el mismo 5 de agosto de 1962. En él decía que la estrella había emprendido un peligroso camino autodestructivo que podría tener un trágico final. Le preguntaron en qué fuente se había informado. En ninguna. Se veía venir.

Pero además de sí misma -de su inestabilidad psíquica, su inseguridad y sus errores sentimentales- fue víctima de tres tipos de depredadores. De quienes abusaron sexualmente de ella o la maltrataron de otras formas en su infancia y adolescencia. Del Hollywood en el que había que ser psicológicamente muy fuerte para resistir la presión de los estudios, el vértigo del dinero y la fama que atraía toda clase de alimañas. Y de los intelectuales que la convencieron de que en la Fox estaba desperdiciando su talento. De los tres, los depredadores intelectuales fueron los peores.

Nueva York, Miller y el siniestro matrimonio Strasberg -que la explotó despiadadamente en su secta del Método- le hicieron más daño que nada y que nadie. Entre 1952 y 1962 fue dirigida por Hawks, Lang, Hathaway, Wilder, Preminger, Logan, Cukor o Huston en películas que medio siglo después siguen vivas y son aclamadas como obras maestras. En la uña del meñique de estos directores había más talento creativo que en Miller y los Strasberg juntos. Cuando murió estaba siendo dirigida otra vez por Cukor, cobraba un millón por película y podía elegir director y guión. Sin embargo los depredadores de la intelligentsia, que además la explotaron (también económicamente) con mayor crueldad que los estudios, la habían convencido de que eso no era "arte". Y la desdichada creyó a estos vampiros intelectuales.

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