Tomás garcía

Doctor en Biología

La Merced Calzada y sus cipreses

Los cipreses que alberga el Museo merecen ser incluidos en el Catálogo de Árboles Singulares

Según el cronista del siglo XVII Diego Ortiz de Zúñiga, Fernando III dona a los mercedarios unos terrenos intramuros entre la Puerta de Goles y la de Triana en agradecimiento por su participación en la conquista de Sevilla, en los cuales erigen el convento de Nuestra Señora de la Merced. La orden fundada por San Pedro Nolasco tres décadas atrás poseía un carácter militar que se prolonga hasta el siglo XIV, cuando reduce su actividad al rescate de cautivos. Poco sabemos del monumental cenobio medieval de traza mudéjar, pues el edificio que hoy contemplamos procede de una reconstrucción completa trazada en 1603 por Juan de Oviedo y de la Bandera atendiendo a los cánones del manierismo renacentista emergente en la época. A mediados del siglo XIX, siendo ya Museo de Pinturas, se derriba el antiguo noviciado para abrir la Plaza del Museo y se conforma la nueva fachada principal neoclásica, trasladándose a ella desde la calle Bailén la excelsa portada barroca labrada en 1729. Altivos cipreses, algunos centenarios, mantienen sus eternos aires monásticos en el grandioso Claustro Mayor, en el recoleto Patio de las Conchas, antes sacristía, y en las antiguas caballerizas convertidas en un escueto jardín anexo a la pinacoteca.

El ciprés es un mítico árbol nativo de la cuenca mediterránea oriental y llevado por los fenicios hasta los confines de Occidente. De naturaleza mágica en culturas primitivas por simbolizar la generación, la muerte y la resurrección, frecuenta camposantos y monasterios, señalándonos con su porte rectilíneo el camino para alcanzar las estrellas y la inmortalidad. Su inalterable madera fue usada en construcciones legendarias como el bíblico Arca de Noé o el Templo del rey judío Salomón, así como para sellar su impronta de eternidad en las carnes talladas de icónicas imágenes de la Semana Santa hispalense como la Virgen de la Esperanza Macarena, la Virgen de la Estrella o el Cristo de las Misericordias de Santa Cruz.

Los majestuosos cipreses que alberga el reputado Museo de Bellas Artes de Sevilla merecen ser incluidos en el nuevo Catálogo de Árboles Singulares de la ciudad, pues constituyen emblemas imperecederos del espíritu monacal que se mantiene vivo tras el paso de los siglos en la Merced Calzada. Como virtual compás del convento, la plaza presidida por Murillo -pintor sevillano por excelencia- nos ofrece un plácido oasis artístico-botánico que conjuga con dicha alma conventual a través de su poético magnolio, sus fantásticas jacarandas o los arabizantes naranjos que aromatizan los aires primaverales hermanando con este maravilloso templo museístico de raíz medieval que ennoblece el barrio de San Vicente junto a la histórica Puerta Real.

"¡Cuántas veces al pie de las musgosas/ paredes que la guardan/ oí la esquila que al mediar la noche/ a los maitines llama!/ ¡Cuántas veces trazó mi triste sombra/ la luna plateada/ junto a la del ciprés que de su huerto/ se asoma por las tapias!" (Rima LXX, Gustavo A. Bécquer).

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