Dicen los insidiosos que Sevilla nunca ha sido ni será cuna -sino tumba- de la avanzadilla de la ultra. ¡Mienten (o peor, ignoran) como bellacos! Hace un siglo, nuestra ciudad no sólo fue testigo sino artífice del primer y único movimiento ultra genuinamente español. Se trataba de una corriente alzada al revuelo de los vientos que soplaban en Europa, que ensayaba una ruptura con lo establecido y anquilosado. Me refiero -ya lo habrán adivinado- al Ultraísmo sevillano.

Sevilla tuvo que ser, con su lunita metálica (más que plateada) la "Nazaret del Ultra", que así la llamaron. El "jefe del movimiento" fue Rafael Cansinos Assens. El grueso de su militancia estaba radicado aquí. Destacamos a Pedro Garfias, al médico onubense Rogelio Buendía, a Rafael Lasso de la Vega, a Pedro Luis de Gálvez (flor de la bohemia sablista), y también a Adriano del Valle, cuya fiebre vanguardista quedó en febrícula. En 1919, el Ateneo Hispalense albergó la Fiesta del Ultra, en la que González Olmedilla abrió su discurso con un sonoro "Queridos enemigos nuestros, ¡salud!", antes de exponer sus ideas programáticas. También tuvimos aquí, hasta 1920, su bandera, la revista Grecia. Borges andorreó por las calles y las noches sevillanas del brazo de este escuadrón gentil y psicolírico. Con ellos noctambulaba hasta ver "el alba que se abría en una tempestad de luz sobre el Guadalquivir". Los hermanos ultras tuvieron su puntito cofrade. Cuenta Fernando Iwasaki que sacaron en procesión por la carrera oficial a la poeta y precursora feminista, "duendesa" y "anticristesa" (así la llamó Valle-Inclán), Teresa Wilms. En su cruzada, le cantaron las cuarenta a la efigie de Fernando III (mejor dicho, a su estatua imaginaria, pues aún no estaba instalada) y hasta le hicieron un escrache a Luis Montoto. Juan Manuel Bonet editó hace unos años, en la Fundación José Manuel Lara, la antología Las cosas se han roto, donde reúne los poemas del movimiento.

De aquella Sevilla voltaica y ecléctica, con su pléyade de poetas atónitos que caminaban por el alambre entre el modernismo y la vanguardia, nos queda una placa en la calle Amparo, su ánimo heterodoxo y la algarabía, naturalmente efímera, del "único fenómeno literario, orientador y noble, que se ha producido en nuestra ciudad", dijo nuestra otra gran revista literaria, Mediodía. Les recomiendo vivamente revisitarlos. En estos tiempos, en los que "ultra" significa muy otra cosa, la relectura de estas letras tan nuestras alegran de veras el día.

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