Carlos / Mármol

Sucesión

19 de noviembre 2011 - 01:00

DESDE el principio se percibía que Rubalcaba -los socialistas, en realidad- estaba en otra cosa. Esto es: en lo suyo. Los viejos patriarcas quieren recuperar el poder, perdido en favor de Zapatero cuando a alguien se le ocurrió la idea de dejar a los militantes opinar libremente. La democracia tiene estas cosas: la gente decide. Y puede que opine lo contrario a lo que deseas. Mañana se consumará la muerte política del ganador de aquel congreso que parecía haber articulado una salida generacional razonable a la cuadrilla de Suresnes, que en realidad nunca dejó de ser la de la famosa foto con tortilla de Pablo Juliá.

Aquellos muchachos, hoy convertidos en abuelos (algunos puede que incluso felices, quién sabe) no quieren dejar el poder, aunque sea el orgánico. El mando debe ser adictivo: sólo se abandona con los pies por delante. Nadie quiere renunciar a los cetros reales aunque el reino cada vez sea más reducido: sin ayuntamientos de enjundia, sin comunidades autónomas propias (a tenor de lo que dicen los sondeos de las andaluzas) y sin otro asidero que los grupos políticos de las Cortes, los parlamentos regionales y las delegaciones municipales. "Alguien debe gestionar la derrota", dicen. Algunos de ellos son los que han precipitado el fracaso. ¿O es que Zapatero gobernaba solo?

Los fracasos no suelen ser atractivos salvo para los valientes (pocos) y quienes (muchos) prefieren la mediocridad como caldo de cultivo. No forman una buena combinación. Estos días, mientras el país se encuentra al borde del ictuseconómico, los socialistas, conscientes de que el péndulo ya hace tiempo que viró en favor del PP, empiezan a tomar posiciones para la guerra púnica del 21-N. Rubalcaba dijo lo mismo que la canción de Antonio Vega: "No me iré mañana". Le faltó añadir: "Tendrán que echarme". Acto seguido Carmen Chacón, la heredera del zapaterismo, nos recordó que ella es mujer y catalana. Al parecer, dos atributos (en ninguno de los casos elegidos, sino sobrevenidos) que deberían disuadir a todos los posibles aspirantes. Rubalcaba tiene detrás a la vieja guardia. Chacón, a los jóvenes caídos demasiado pronto. La cosa va a estar entretenida. Si es que cuando empiecen a matarse todavía queda alguien vivo y con tiempo para contemplar el espectáculo.

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