tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Trileros digitales

ENTRE las voces tramposas que se cuelan a diario en el correo electrónico están las que anuncian que hemos ganado el gordo de la lotería a la que no jugamos; el susurro de un alma en pena del África profunda, que nos ofrece compartir una fantástica herencia, o la insinuación tórrida de una mujer que, sin mediar trato previo, nos ofrece amor eterno. Nada es inocente. Cobrar el premio requiere poner al descubierto nuestra frágil seguridad. Convertirse en heredero de la reina negra, una contribución previa de 3.000 dólares, ridícula al lado de los réditos de la cornucopia digital... En cuanto al amor eterno, las tarifas son las habituales del mercado.

Habrá quien caiga en las trampas de estos zocos, donde se reproducen los mismos pícaros, las mismas miserias de los mercados medievales. No se ofrecen las remendonas de virgos, porque ahora la costura está en desuso, pero sí las pócimas vigorizantes, los alargadores de la virilidad pequeña, los sostenedores de lo insostenible. En el trasiego electrónico de cada día damos la mano a malhechores, a proxenetas, a caudillos y locos de los que no vemos su rostro, ni percibimos las habilidades del trilero o los contoneos ensayados de la meretriz. También nos topamos con viejos conocidos que, en sus descuidos -la red juega malas pasadas-, nos descubren que en el mundo virtual se mueven como ratas de alcantarilla.

Hay correos, aparentemente anónimos, que en viajes de ida y vuelta terminan por delatar a sus autores, porque en la red quedan más rastros que rostros. Recuerdo que un colega recibió un mensaje amenazante, a raíz de una veleidad menor en un artículo de prensa, que le llegó a través de direcciones interpuestas y artificios de ocultación. No le fue difícil averiguar que el remitente estaba unas puertas más allá de su despacho.

En las redes sociales, la ética se subvierte frecuentemente en liderazgos espurios, inducciones interesadas, enmascaramientos, acosos. Todo un arte de la manipulación para el que ya se convocan másteres. Son, hay que suponer, expresiones de la crisis de lo insostenible, porque ningún paradigma de regeneración social puede sustentarse sobre los cimientos del engaño, o del manejo de las extensiones tecnológicas como instrumentos de dominio y abuso.

Cuando intentamos salir del túnel de bienestar menguante en la dirección de un nuevo ecosistema armonizado por el conocimiento, la ignorancia y la basura que llegan a nuestro terminal nos dejan perplejos. Aunque tal vez todo sea más simple, y las ambiciones desmedidas y otras miserias tengan mayor necesidad de adaptación al nuevo escenario que la gente que sigue creyendo en la bondad del género humano.

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