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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

En el adiós a dos futbolistas para la historia

Valero fue internacional y leyenda del Sevilla; Bancalero era la gran esperanza de la cantera

Estos días, tan recientemente idos, han llenado de luto la vida del Sevilla, del Sevilla Fútbol Club. Los días de gozo que el equipo ha propiciado con su asalto a la azotea de la tabla se han visto ensombrecidos por la marcha definitiva de dos hombres que, cada uno en su nivel, sirvieron a la causa blanca vestidos de corto y con botas de tacos. Uno llegó a la internacionalidad; el otro no pasó de ser la gran esperanza de su tiempo.

Antonio Valero y Casto Jesús Bancalero se han ido en un corto intervalo de días y los dos han significado mucho en la historia del club. Valero, un madrileño que llegó del Córdoba para fortalecer el flanco izquierdo de la defensa, desguarnecido desde que Campanal pasó al centro para suplir a Antúnez, se adueñó de esa parcela para ponerle grilletes a Basora, Miguel, Arteche, Joseíto o al mismísimo Kopa, aquel Napoleón que era capaz de regatear y burlar a su sombra.

Antonio llegó, incluso, a vestir la camiseta nacional y lo hizo aquella tarde chamartinera en que España goleaba a Holanda en el debut también de Di Stéfano y Luis Suárez. Más de dos lustros con el 3 rojo sobre el blanco de la camiseta del Sevilla, Antonio Valero Yubero llegó a ser Dorsal de Leyenda y en la leyenda queda. Casto Bancalero fue con Gallego y Pepe Rodri lo más ilusionante que dio la cantera en los albores de los sesenta, pero el destino le jugó muy en contra.

Era una delicia verlo conducir eludiendo contrarios sin mirar la yerba, pero su hipertrofiada musculatura del tren inferior lo traicionó y sus roturas de fibras impidieron que se confirmase como una especie de Juanito Arza redivivo. Fue una desilusión para ese sevillismo que lo esperaba desde que salió de El Saucejo, su pueblo. Valero y Bancalero se han ido, ya sólo queda Campanal de aquel Sevilla de H.H. y sé que Gallego y Rodri han sentido en el alma la muerte del segundo.

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