La agonía de España

10 de julio 2024 - 03:09

Cualquiera de los dos títulos valdría como crónica del partido que se disputó anoche y cuyo resultado ignoro cuando me pongo a escribir. Pase lo que pase, lo cierto y verdad es que mis vecinos cantarán los goles de España unos segundos antes que nosotros. La Primera, que retransmite todos los partidos, debe ser la Segunda con su punto de diferido. Los tiempos de mis vecinos es que adelantan una barbaridad. La agonía de España, sí, por la simplista lectura que se ha hecho por estos pagos de los resultados de las elecciones francesas. Parece que ese partido sí lo ha ganado Mbappé, el icono de la máscara, y es posible que muchos de los que hayan votado al Frente Popular se hayan puesto la mascarilla, que era el nombre de un personaje de las comedias de Molière, para taparse las narices antes de votar.

La agonía de Francia es el título de los espléndidos reportajes que Manuel Chaves Nogales dedicó a la caída de París ante las tropas de Hitler. La claudicación de los grognards y los poilus, dos palabras de los tiempos de Napoleón. Como el maestro Juan Martínez en Rusia o Juan Belmonte en la calle Feria, el periodista Chaves Nogales estuvo allí, en las calles de Francia, en los pueblos de Francia. “Era la segunda patria que perdíamos”, escribe refiriéndose a los dos países que anoche se enfrentaron en Múnich, el alfa cronológico del delirio de Hitler, en las semifinales de la Eurocopa.

El reportero llega a Francia con otros tres colegas en mayo de 1937, en plena guerra civil española, y publica sus crónicas en el Ahora. El día que el Madrid eliminó al Bayern de Múnich se cumplieron 80 años de la muerte de Chaves Nogales. Muere el 8 de mayo de 1944, el año del desembarco de Normandía. El revés de la trama, que diría Graham Greene. El hombre que falleció en Londres hace ocho décadas escribía algo que cobra una inusitada actualidad después de las recientes elecciones francesas: “Las dos grandes fuerzas de destrucción del mundo moderno, el comunismo y el fascismo, la nueva barbarie de nuestro tiempo, que ha conseguido arrastrar consigo las eternas antinomias de tradición y revolución, pobreza y riqueza, nación y universalismo, habían librado en Francia una larga batalla no por incruenta menos funesta”.

Ahí están los dos extremos asfixiando al centro, a la UCD aguachirle de Macron, tan irresponsable como el Cameron que convocó el Brexit que ha dejado a los ingleses sin Europa, sin reina y sin tories en Downing Street. Si Thatcher, que murió el mismo día que Sara Montiel, levantara la cabeza, se pondría a cantar La violetera en inglés. La lectura de La agonía de Francia es profética. El hombre que perdió dos patrias es doblemente patriota. Hoy se hace una lectura unidimensional de su legado, olvidando que podía haber sido víctima de cualquiera de los dos bandos de la guerra doméstica. Dice del pueblo francés que “no tardó en irritarse contra esta explotación sistemática de la guerra civil española y su utilización como banderín de enganche del estalinismo”.

Como cantaré los goles en directo diferido después de que lo hagan mis vecinos, creo que habremos ganado porque no juegan Platini, Zidane… ni Arconada. Aunque fuera en la agonía de los penaltis.

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