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carlos / colón

El buen juguetero

EN una cajita que más bien parece una enfermería guardo un puñado de clicks de Playmobil heridos por muchas horas de juego. Algún día mis hijos darán con ella y recordarán con gratitud algunos de los momentos más felices de su infancia. Es importante la gratitud hacia quienes nos han hecho felices. Mi generación sabe a quién agradecerle las películas de monstruos (a Harryhausen) y dibujitos (a Disney, Avery o Quimby), los juegos de mesa (a Geyper), las novelas de aventuras (a Verne, Stevenson o Salgari) y los tebeos (a Ambrós, Vázquez, Ibáñez, Peñarroya o Hergé). Pero no sabemos a quién agradecerle los combois e indios de plástico con los que jugábamos, ni los fuertes de madera con su torre y la bandera de barras y estrellas, ni las codiciadas canoas indias, ni las tiendas con las que los más afortunados situaban cerca del fuerte el poblado indio. Sin olvidar los soldados romanos o medievales con lujo de cuadrigas, trirremes, torres de asalto y catapultas. Juguetes del 0,95 o del Bazar Los Reyes Magos que nos hicieron tan felices como los click de Playmobil a nuestros hijos.

Ellos, en cambio, sí saben a quién darle las gracias por sus muchas horas de juegos: a un señor que falleció el pasado día 3 y se llamaba Horst Brandstätter, juguetero alemán que creó los "click" de Playmobil revolucionando la industria del juguete. A él y a su jefe de diseño, Hans Beck, les deben el indio, el obrero y el caballero que fueron los primeros modelos presentados en una feria del juguete en 1974. Sabían lo que se hacían. Con razón dijo Horst Brandstätter: "La gente al ver una figura de Playmobil por primera vez se queda impresionada: parece tan simple. Los adultos no ven su valor inmediatamente. Su atractivo está en las historias que desencadena en las cabezas de los niños". Este fue su acierto. Lo más importante es la imaginación. Las historias de libros, películas y tebeos se hacen juegos gracias a la facilidad con que los muñecos se convierten en sus protagonistas. En esto los clicks son insuperables por su capacidad para metamorfosearse. Con ellos han jugado mis hijos, además de a lo que se les ocurriera, a Ben-Hur, La legión invencible,La guerra de las galaxias o El Álamo (no sé cuántas veces murieron Travis y Crockett defendiendo el muro norte).

Ya saben ellos, y millones de niños de todo el mundo, a quien dar las gracias por tantas horas de felicidad.

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