Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La calle ocupada

Sevilla está pidiendo a gritos una cultura que hasta ahora no ha tenido de la ocupación de la calle y sus problemas

Hace unos cuantos años, no crean que tantos, los sevillanos sabíamos sin necesidad de ningún anuncio previo que las grandes celebraciones en las que las procesiones ocupaban el centro de la ciudad eran, a saber, la Semana Santa, que iba desde la mañana del Domingo de Ramos hasta la medianoche de Sábado Santo, la mañana del jueves del Corpus y la del 15 de agosto con la Virgen de los Reyes por las gradas de la Catedral. Más allá de ahí, alguna salida extraordinaria, muy extraordinaria, o alguna hermandad de gloria por las calles de su collación. Y para usted de contar. Los devotos, que en Sevilla no son pocos precisamente, y los amantes de las tradiciones, que son todavía más, tenían claro el calendario. Y el resto de la ciudad también sabía que en esas fechas señaladas el centro se vestía de gala para sacar sus imágenes a la calle y acompañarlas. Y los que no eran asiduos a estas celebraciones, que también los hay, las evitaban sin mayor problema alejándose del caso histórico.

Pero todo ha cambiado. En una Sevilla dada a las desmesuras, ahora raro es el fin de semana que no encontramos el centro de la ciudad ocupado por una o varias procesiones que cortan las calles, obligan a movilizar recursos de la Policía Local, que lógicamente no puede dedicarse a otras tareas, y alteran la vida ciudadana. Las salidas extraordinarias se multiplican, las ordinarias de barrio se engrandecen e incluso las cruces de mayo llevan ahora bandas de música que multiplican por dos o por tres la extensión del resto del cortejo.

La situación ha hecho ya saltar algunas voces de alarma tanto entre las autoridades eclesiásticas -monseñor Asenjo mantiene una postura meridianamente clara al respecto- como entre las civiles, que han alertado de que la ciudad no dispone de efectivos para garantizar la seguridad de tantos cortejos.

Quizás pedir una regulación estricta de esta cuestión no sea lo más apropiado en una ciudad como Sevilla, donde el apego a las devociones y llevar ese apego a las calles forma parte del alma de la ciudad, pero sí convendría pedir un esfuerzo de a las propias corporaciones para que las procesiones no se conviertan en el problema que ya parece que empiezan a ser.

Pero no sólo son las marchas religiosas. Hay también manifestaciones de carácter político o reivindicativo que, al parecer, tienen la premisa de que si no hacen un ruido ensordecedor y desagradable a base de bombos y bocinazos para molestar al resto de ciudadanos no cumplen su objetivo.

Sevilla está pidiendo a gritos una cultura de la ocupación de la calle que hasta ahora parece que no tiene. Es una necesidad propia de una ciudad grande y compleja como la nuestra.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios