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La ciudad y los días

Carlos Colón

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El cartel de Salazar y Bajuelo

Las autoridades competentes deberían plantearse volver a dar cabida al cartel fotográfico de la Semana Santa

Las autoridades competentes deberían plantearse volver a dar cabida al cartel fotográfico de la Semana Santa. Porque si la pintura ha hecho aportaciones tan extraordinarias como los carteles de Juan Miguel Sánchez en 1930, Carmen Laffón en 1983, Joaquín Sáenz en 1992 o Francisco Maireles en 1995, la fotografía ha aportado los antológicos de Haretón en 1962, Arenas en 1967, Emilio Sáenz en 1984 o José Antonio Zamora en 1989. Unos para el Consejo y otros para otras entidades, como la Caja de Ahorros, que cogieron el testigo fotográfico cuando este lo abandonó en 1991.

Viene esto a cuento de la portada y el cartel de Cuaresma. Año tras año Salazar y Bajuelo -dos autores que como el barquito con dos velas que representaba a los Álvarez Quintero son artísticamente uno solo- han aportado fotografías siempre hermosas y en algunos casos -la Soledad de San Lorenzo vista desde un interior a través del balcón, Gracia y Esperanza "los blancos muros rozando", la presidencia de la cofradía de los primitivos nazarenos de Sevilla, la Amargura aún dentro de San Juan de la Palma con la blanca cinta de su cofradía desplegándose o el Señor del Gran Poder enmarcado en un filigranas neomudéjares- de una originalidad y belleza que las han convertido en patrimonio gráfico de la Semana Santa.

En el cartel de este año Salazar y Bajuelo me han dado la Semana Santa popular que cada año creo perdida y cada mañana de Viernes Santo recupero: en el centro, como fundamento único de nuestra Semana Santa, Dios representado tan mansamente como en el Señor de la Sentencia se muestra (qué acierto, en el antiguo Libro de Reglas macareno, escribir bajo la pintura del Señor "Obediens usque ad mortem" y bajo el de la Virgen "Spes única laetitiae nostra"); abrigándolo, su barrio; escoltándolo, la gloria de su Centuria; y en torno a él, Sevilla hecha carne, sangre, memoria, gozo y lágrimas de bulla. La vida…, como escribió Galerín viendo pasar la multitud que seguía al Señor del Gran Poder.

Veo el cartel y siento que es mi Semana Santa. Sentir es una forma de pensarla porque en ella "el corazón tiene razones que la razón no entiende". Por ejemplo, que en este paso el manso reo sea Rey y el soberbio procurador sea reo, que el condenado sea libre y quien le condena esté preso de su trono "por no perder -como cantaba Pastora Pavón- el destino que tenía". Corazón morado macareno.

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