La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Caía la tarde en Bilbao y Bilbao se sentía conquistada por otro torero. Un murciano de Lorca que había llegado hasta ahí tras haberle costado un ojo de la cara salía en loor de multitud camino del Ercilla a hombros de Bilbao. El trono que había sido de Ordóñez, de Camino, de Santiago o de Pedro el Capea era ocupado por un lorquino que lleva la tragedia en la cara y el toreo en sus muñecas. Al fin, la Aste Nagusia cobraba la dimensión que se le iba negando tras unos inicios desoladores y una decisión caciquil del usía eterno un indito azteca que había visto la tarde anterior cómo ese presidente Matías le birlaba el honor que ahora estaba disfrutando Paco Ureña, el de salir en hombros de Bilbao por la puerta grande de Bilbao. Todo era rotundidad en ese murciano de gesto triste y lo más grande era ver cómo Fortes, otro torero, iba entre los costaleros que lo portaban.
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