La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Ningún día sin la cruz en la placita de Santa Marta de Sevilla

Fernando Solís y Martínez Campos colocó un cruz de flores donde fue derribada la del arquitecto Hernán Ruiz Paradas de Tussam con misericordia ¡Es el impacto económico, estúpido!

La placita de Santa Marta con la cruz de flores en el día de ayer.

La placita de Santa Marta con la cruz de flores en el día de ayer. / M. G. (Sevilla)

Han destrozado la cruz de la placita de Santa Marta, la del arquitecto Hernán Ruiz, que no es precisamente el autor del hotel de la Magdalena, ni de las setas de la Encarnación que tanto le gustan al gran Manuel Marchena, el último virrey de Sevilla; ni del estadio de la Cartuja, que tanto alegra a Rojas-Marcos que acoja partidos y acontecimientos, ni de otros horrores o edificios asépticos de la ciudad. “Qué rancio es usted, señor Navarro Antolín”. No, no, no. Es del arquitecto que ideó nada menos que el campanario de la Giralda, como bien explica Alfonso Jiménez, maestro mayor del templo metropolitano. Hernán Ruiz es uno de los grandes arquitectos verdaderamente históricos de Sevilla, entre los cuales no duden nunca en citar sin complejo alguno a Aníbal González, Espiau y otros de los que iremos hablando para darles su sitio justo, el que merecen. Han echado abajo la cruz por puro vandalismo, por el placer de derribar por derribar, al igual que hay partidos políticos que no tienen más ideología que mantenerse en el poder por el poder. Tampoco nos vamos a poner estupendos y denunciar que han echado abajo la “cruz cristiana” por el mero hecho de serlo. Oiga, ¿pero hay alguna cruz que no sea “cristiana”? Qué cosas se leen por ahí... Dicen que han derribado la cruz porque en la placita no hay vecinos. Falso. Hay vecinos, claro que los hay, y muy preocupados por el barrio de Santa Cruz, vecinos comprometidos con la defensa de la convivencia en el centro histórico de la ciudad. Vecinos que no pueden hacer ya más por vigilar la placita y la calle Mateos Gago convertida en un abrevadero. No culpen a los vecinos del barrio de Santa Cruz en general que resisten como los galos en la aldea y encima sin pócima mágica. No tienen que velar ellos solos por lo que nos pertenece a todos.

Vivir hoy en Santa Cruz es abonarse a la incomodidad y al sufrimiento, al ruido y al olor a fritanga, a los comercios de camisetas y a la dificultad de avanzar por una trama urbana inspirada en la judería. A todas las nuevas realidades que ayer nos contaba Diego J. Geniz tras su experiencia personal en Roma, ciudad que nos lleva varios capítulos por delante en el sufrimiento de un turismo depredador. Hay que ser más que nunca solidarios con los escasos, escasísimos vecinos de una placita literalmente encantadora por el crucero, el pavimento, las casas y las religiosas que cuando cantan generan un ambiente angelical. Tal vez esta barbaridad sirva para que se conozca un enclave que muchos desconocen y en el que ayer fue depositada una cruz con flores por don Fernando Solís y Martínez Campos. Sevilla, ningún día sin la cruz de Santa Marta. Gracias, don Fernando.

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