La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

No debe unirse aborto y eutanasia

El aborto, asesinato de una vida sana en su inicio, nada tiene que ver con la eutanasia pasiva y la indirecta

Es un grave error unir el rechazo al aborto y a la eutanasia. El aborto es un asesinato porque se da muerte a una vida sana en su inicio sin que concurra ninguna circunstancia (patologías incompatibles con la vida o peligro de la vida de la madre) que lo aconseje desde el punto de vista médico. En la inmensa mayoría de los casos se asesina a fetos sanos en los vientres de madres sanas que han mantenido voluntaria y libremente relaciones sexuales sin tomar las necesarias precauciones pese a la universal accesibilidad a métodos anticonceptivos seguros. Los casos de embarazos tras violaciones o por fallo de los medios anticonceptivos son estadísticamente irrelevantes. Todo es resultado de una serie de acciones libres, no de la fatalidad de un accidente o de una enfermedad.

Bárbara y brutalmente se considera el aborto como un regulador de la natalidad (Carmen Calvo, que ahora defiende incluir el derecho al aborto en la Constitución, afirmó que representa el "derecho de las mujeres a controlar su maternidad"); anticientíficamente se ignora la singularidad genética del feto que se ha llegado a comparar con un quiste (Cristina Almeida: "el 85% y más [de los abortos] son por debajo de las 12 semanas de embarazo, cuando igual que embrión puede ser un quiste"); y mintiendo -prolongando este discurso del feto como un quiste- se considera que el aborto no es la eliminación de una vida distinta de la de la madre, sino el derecho a decidir sobre el propio cuerpo. La causa del aborto libre, presentada como racional, científica, progresista y humanitaria, es exactamente lo contrario: irracional, anticientífica, reaccionaria y asesina.

Todo ello sitúa el aborto en una dimensión ética y científica muy distinta de la eutanasia. Porque si la eutanasia activa y el suicidio asistido son éticamente reprobables, no lo son ni la eutanasia pasiva (inhibición de actuar o abandono del tratamiento iniciado) ni la indirecta (aplicación de fármacos que supriman el dolor aunque acorten la vida). No se mata, se evita el encarnizamiento terapéutico y se admite que el tratamiento del dolor acelere -pero no provoque directamente- la muerte. Por eso estos dos casos nada tienen que ver con el aborto ni con la eutanasia activa o el suicidio asistido. Permítanme aclarar que no pienso así porque sea católico. Soy católico, entre otras muchas razones, porque pienso así. La diferencia es importante.

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