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Un dedo y Cinco Llagas

Alberto Grimaldi

agrimaldi@grupojoly.com

¿Por qué no dice con Vox no?

El presidente prevé ya la mayoría que persigue pero no empeñará su palabra

Los cabezudos del desfile de La Tarasca bromean con Juanma Moreno, ayer, en Granada.

Los cabezudos del desfile de La Tarasca bromean con Juanma Moreno, ayer, en Granada. / Antonio L Juárez

COINCIDIENDO en Granada con La Tarasca, el presidente de la Junta de Andalucía y candidato a la reelección por el PP, Juanma Moreno, dijo ayer por primera vez y con todas las letras que cree que tendrá la mayoría suficiente que persigue y que Vox no será necesario para garantizar la gobernabilidad de la Autonomía.

Si fue intencionado o no que hiciese ese vaticinio mientras recorría el centro granadino el maniquí subido en un dragón que representa el triunfo del bien sobre el mal en las vísperas de la fiestas del Corpus no podemos acreditarlo, pero lo cierto es que Moreno lejos de arredrarse con la advertencia de los líderes de la derecha dura de que no le prestarán ni un escaño para que gobierne solo, como en la alegoría, se le vio decidido a que no haya ninguna bestia verde en un futuro Consejo de Gobierno, que desea que sea monocolor, o con un leve subrayado naranja si es que Cs logra uno o dos escaños en el antiguo  hospital de las Cinco Llagas.

La constatación de que voto moderado y progresista parece decidido a apoyarle para que no dependa de la ultraderecha lleva a una pregunta: ¿por qué no dice con Vox no, en ningún caso?

Sencillamente porque no necesita decirlo y no le conviene hacerlo. Moreno y el PP creen que han dejado bastante claro que, si pueden, nunca gobernarán en coalición con el partido de Abascal. Y que eso debe bastar. Y no lo dirá explícitamente para no comprometer su palabra si el reparto de escaños, aun con una victoria clara, le hace depender de Vox. El sistema  D’Hondt le favorece para evitarlo, pero no se lo garantizará hasta que se calcule el último resto y se asigne cada uno de los 109 parlamentarios elegidos. Es, en fin, un juego de confianzas que exige algo de fe del votante en el presidente.

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