Calle Rioja

Francisco Correal

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El dictador eclipsado por un mito

Cien años del Pronunciamiento de Primo de Rivera El 13 de septiembre de 1923, dos días después de la Diada, el militar jerezano, capitán general de Cataluña, dio un golpe de Estado y se puso al frente del Gobierno

El general Primo de Rivera, a la izquierda de los Reyes en el cuadro de Alfonso Grosso que está en el Alcázar y retrata la inauguración de la Exposición de 1929.

El general Primo de Rivera, a la izquierda de los Reyes en el cuadro de Alfonso Grosso que está en el Alcázar y retrata la inauguración de la Exposición de 1929.

SI el Gobierno se plegara a las reivindicaciones de Carles Puigdemont, sería el segundo golpe de Estado que triunfa en Cataluña. El primero tuvo lugar el 13 de septiembre de 1923. El próximo miércoles se cumplen cien años del pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera como capitán general de Cataluña. El de entonces contó con el beneplácito y la pasividad del rey Alfonso XIII, bisabuelo de Felipe VI. El Salón del Almirante del Alcázar lo preside un cuadro de Alfonso Grosso que parece una fotografía. Retrata de forma fidedigna el acto inaugural de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Un certamen que se abre el 9 de mayo de 1929, ya en el crepúsculo político del dictador.

Los seis años de su dictadura (septiembre de 1923-enero de 1930) coinciden con los sucesivos retrasos que fue sufriendo el certamen sevillano. La Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y el consiguiente trienio bolchevique iban dando al traste con los plazos iniciales. En su libro ‘Alfonso XIII y la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929’, Alfonso Braojos da cuenta de las 32 visitas que el monarca realizó a Sevilla. De cómo mantuvo su apoyo al certamen pese a adversidades como el desastre de Annual o el asesinato de Eduardo Dato, ambos ocurridos en 1921. En muchas de esas visitas, al Rey le acompañaba el general Primo de Rivera, que movió los hilos para que la Exposición sevillana contara al mando con algunos de sus colaboradores más directos.

El cordobés José Cruz Conde, que participó en la guerra de Marruecos, será el hombre-puente que pone en contacto a Primo de Rivera con el llamado Cuadrilátero, cuatro generales africanistas (Cavalcanti, Leopoldo Saro, Antonio Daban y Federico Berenguer) fundamentales para que el pronunciamiento o golpe de Estado triunfe en 48 horas. En 1925, Primo de Rivera destituye al conde de Colombí como comisario regio de la Exposición del 29 y nombra para ese puesto a Cruz-Conde, su Pellón particular, que un año más tarde cesará a Aníbal González como arquitecto-director. El propio general Cavalcanti, casado con una hija de la escritora Emilia Pardo Bazán, será enviado por Primo de Rivera a Sevilla como capitán general. En su libro ‘Mis almuerzos con gente importante’, José María Pemán incluye cinco almuerzos con su paisano Miguel Primo de Rivera. Eran parientes. Una hermana del general, Inés, estaba casada con un hermano de la madre de Pemán. Nacido en Jerez, como el escritor, había confiado a sus íntimos sus tres anhelos: obtener una Laureada, casarse con la mujer más guapa de Madrid y llegar a ser jefe del Gobierno. Primo de Rivera contrajo matrimonio con Casilda Sáinz de Heredia, que murió muy joven, con 28 años, después de haber sido madre de seis hijos. Del mayor, José Antonio Primo de Rivera, llegaría a decir su padre que “de este niño hablará mucho la Historia”, según afirma Joan Maria Thomàs en su biografía del fundador de Falange. Si su primogénito es por edad de la generación del 27 (nace un año después que Alberti y Cernuda, muere fusilado el mismo año que Lorca), su padre era más bien de la generación del 98. Nace en 1870, el primer año de la década en la que lo hacen los hermanos Machado, a los que homenajea en el hotel Ritz junto a su hijo José Antonio a finales de 1929 tras el estreno de ‘La Lola se va a los puertos’. Sus mayores encontronazos los tuvo con Miguel de Unamuno, cuyos seis años de destierro primero y exilio después (1924-1930) coinciden con la dictadura de Primo de Rivera, que llegó a decir que no lo había condenado “por sus ideas, sino por sus extravagancias”. De hecho, Unamuno no regresa a España hasta conocer la dimisión de Primo de Rivera y su posterior exilio en París, ciudad donde fallece el 16 de marzo de 1930, tres meses antes de la clausura de la Exposición Iberoamericana de 1929.

De Primo de Rivera se dice que sus detractores le llamaban “hacedor de Repúblicas” o “señorito aficionado al vino y al cante”, extremos que desmiente categóricamente su sobrino Pemán, que decía que el general y el marqués de Campo Real eran en Jerez los únicos que tenían fama “de abstemios absolutos”. En cuanto al cante y el baile, el militar que da el golpe de Estado el mismo año que nace su paisana Lola Flores acudió, según cuenta Pemán, a unos jardines donde actuaban Chacón, Manuel Torre y la Niña de los Peines, elenco al que le dedicó este comentario: “¡Esto es una ordinariez, aquí y en Pompeya!”. Cuando se hace con el poder, disuelve el Parlamento, los gobiernos civiles y los ayuntamientos. En 1924 creó la Unión Patriótica con señuelo de partido único que morirá con él, en 1930. Ya se lo había advertido su hijo José Antonio en una reunión familiar: “Pensaste en un movimiento patriótico y te ha salido una cofradía devota”. El mayor de sus hijos, José Antonio, abogado, y el más pequeño, Fernando, médico, mueren asesinados en 1936. El primogénito, en la cárcel de Alicante; el benjamín, en los sótanos de la cárcel Modelo de Madrid en represalia por un bombardeo de la aviación de Franco. Una venganza que se llevó por delante al aviador Ruiz de Alda, héroe del vuelo del Plus Ultra recibido con todos los honores en la Sevilla del 29, a Melquíades Álvarez, amigo de Azaña, y a cuatro anarquistas que se pasaron a Falange. Uno de ellos, Mauricio Pedro Durruti, hermano de Buenaventura y de Rosa Durruti, que le cosió el yugo y las flechas (Paul Preston, ‘El holocausto español’). Un Durruti muere con un Primo de Rivera en la cárcel Modelo; otro, el dirigente de la FAI, el mismo día que José Antonio, 20 de noviembre de 1936. El tercer hijo varón de Primo de Rivera disfrutó de una vida más desahogada. Fue alcalde de Jerez, ministro y embajador de España en Inglaterra, de donde tuvo que regresar por su afición a los asuntos de faldas de alto voltaje nobiliario. De las tres chicas, Pilar, la más pequeña, fue procuradora en Cortes hasta 1977 y la cara visible de la Sección Femenina, a la que Ernesto Giménez-Caballero intentó casar con Hitler en su empeño de alianza wagneriana.

Primo de Rivera fue capitán general en Madrid, Valencia y Cataluña. En alguna de esas plazas fue destituido por proponer en su discurso de ingreso en la Academia Hispanoamericana de Cádiz la permuta de Ceuta y Melilla por Gibraltar a los británicos. Su pronunciamiento tuvo lugar dos días después de la celebración de la Diada. Ese septiembre de 1923 Tokyo se vio sacudido por un terremoto y Nueva York se quedó un día sin periódicos. Primo de Rivera puso fin a la guerra de Marruecos. Como Nixon con Vietnam. Su Watergate fue el Expediente Picasso (por el militar, no el pintor). Josep Pla acertó en su profecía de ‘El cuaderno gris’ (5 de septiembre de 1919): “La política de este país no va muy bien… se están creando las condiciones de una dictadura”.

El dictador murió en París. Bajo su mandato, en 1927 nace en Sevilla la generación de poetas. En 1928 se inaugura el hotel Alfonso XIII. Alcalá-Zamora en 1923, siendo ministro de la Guerra, y Primo de Rivera en 1928 hicieron público un mismo anhelo: el rey Alfonso XIII debería viajar a América como ‘embajador’ del certamen. A lo más que llegó fue a embarcarse en Palos en el crucero ‘Buenos Aires’ y entrar en Sevilla. El cordobés Alcalá-Zamora sería presidente de la Segunda República y fue a Argentina para morir en el exilio. Tras la dimisión de Primo de Rivera, Carlos Cañal sustituyó a Cruz Conde como comisario de la Exposición de 1929. Volvió a la alcaldía Antonio Halcón y Vinyent, el mismo que dos décadas antes había pedido para Sevilla la celebración de una Exposición. El 31 de enero de 1931 Alfonso XIII cogía en Plaza de Armas el tren tras su última visita a Sevilla. Un año y un día después de la dimisión de Primo de Rivera. Dos meses y medio antes de su adiós definitivo a España.

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