¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
HASTA ahora, la Ley Concursal era un paraguas que protegía a las empresas en dificultades de los temporales exógenos, léase cola de acreedores más o menos larga. Con dicha ley hubo empresas que lograron salir a flote y en el fútbol faltan dedos de las manos para enumerar las que, mediante ese concurso de acreedores, alcanzaron la superviviencia. Sobrevivieron algunas que incluso estuvieron administradas judicialmente, pero todo ha sido que el Betis quiera protegerse con dicho paraguas para que ya se esté intentado neutralizar los efectos de susodicha y salvífica ley en el apartado meramente deportivo.
El Real Betis Balompié, esa tremenda imagen de marca, no está teniendo ayuda tras haber sido devastado por uno que decía ser de los suyos. Tiene cierta lógica la postura de la AFE, pues todo sindicato que se precie está para defender a sus afiliados y no cabe duda de que el Betis adeuda lo que no se pagó en su momento y son muchos los acreedores, demasiados como para que todavía permanezca impune el causante de tantas tropelías. Otra cosa es que sea el Betis el único club que le deba a futbolistas, aunque lo cierto es que sí es el único que ha sido denunciado, incluso como con prisas, por esos futbolistas, y la AFE debe velar por la defensa de sus intereses.
Lógico, pero no creo tan lógica la postura de la patronal con una de las empresas que representa. En primer lugar ya me pareció extraño que la Federación no accediese a que el Betis recibiese el balón de oxígeno económico de jugar la ida con el Barça como local. Ya seguidamente no me explico cómo la Liga de Fútbol perjudica a uno de sus componentes impidiéndole utilizar sin trabas a jugadores del filial. Una cosa es que no deba fichar antes de saldar sus deudas y otra es que intenten asfixiarle cortándole cualquier vía que pueda permitirle alcanzar sus objetivos para volver a ser como los demás. Primero fue desde dentro y ahora desde fuera, el Betis en la diana.
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