¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
POR fin, en el sector empresarial sevillano, se acelera la toma de decisiones para constituir sociedades de mayor envergadura, mediante alianzas o fusiones, desde las que competir mejor en un mundo de gigantes. Tres operaciones han fraguado en fechas recientes. En el sector del software, el acuerdo entre Telvent, Isotrol, Viavansi, Yaco y Yerbabuena para crear una empresa de exportación, de nombre Sandex, que comercialice conjuntamente los productos y servicios de las cinco. En la producción audiovisual y digital, las firmas Below, Genera Interactive, Maestranza Films, Adsat, Bravo Games, entre otras, se han unido en un clúster denominado Cland que ofrezca dentro y fuera de España, en un paquete integral, todos los recursos y servicios del audiovisual. Y en la aceituna de mesa, nueve cooperativas de ocho pueblos (Mairena del Alcor, Carmona, La Campana, Fuentes de Andalucía, Arahal, Morón, Puebla de Cazalla y Paradas) se han integrado mediante la creación de una entidad para ahorrar costes y garantizarse su presencia en el mercado sin ser rehenes de la especulación.
Las tres alianzas tienen miras de favorecer la internacionalización. Que no sólo es transitar aeropuertos para darse a conocer a la vieja usanza, sino también comerciar y producir de modo competitivo a través de internet, ya sea desde Cartuja 93, el Polígono PISA o Sevilla Este.
Son legión los empresarios sevillanos que deben emprender este camino. El individualismo es consustancial a nuestro idiosincrasia porque no se educa en los valores del trabajo en equipo. Quien pone en marcha una empresa tarda años en admitir que, aunque soñó legítimamente con ser tan potentado como el dueño de Ikea, le sería más provechoso orillar el narcisismo y pactar con competidores y complementarios para tener la dimensión imprescindible que le permita sobrevivir y prosperar. Si se queda como cabeza de ratón, será devorado o ninguneado por un mercado sin patria ni compasión.
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