La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
La ventana
OCURRIÓ el domingo y me dio mucho que pensar. La plaza de la Maestranza estaba de bote en bote, no cabía un alfiler, y Morante, primorosamente enfardado en un magnífico nazareno y oro, intentaba meter al juampedro en la canasta bajo una banda sonora inaceptable. Eran esos antitaturinos que, megáfono en boca, lanzan sus consignas desde el Paseo de Colón para que se estrellen en la mismísima muleta del torero. Y me preguntaba que cómo se permite eso a una gente que va a reventar un espectáculo que sigue siendo legal y que resulta carísimo. Y aquello amainó para que otro atentado surgiese, el de esa falta de bravura y de poderío de los toros que reventaría una corrida tan esperada. Y entonces me asaltó una duda que suele asaltarme periódicamente. ¿Qué va a conseguir acabar con el torero? ¿Serán esos vociferantes maleducados desde fuera o los taurinos desde dentro?
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