La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
La ventana
UNA pelota, aunque fuese de trapo, era suficiente para que un grupo de niños echase fuera la tarde en una Sevilla con las calles limpias de coches. Una pelota era el antídoto mejor para una epidemia que por entonces ni estaba ni se le esperaba, el estrés. El estrés siempre fue cosa de gente con mucha responsabilidad a sus espaldas, con mucho personal a su cargo, con una actividad desaforada. El estrés era cosa de ejecutivos y eran éstos los que ocupaban el primer lugar en la tabla clasificatoria de los infartos de miocardio. Ahora, el estrés no es de uso exclusivo de esa gente tan principal, sino que ha invadido el mundo infantil de una forma alarmante y no por ahí lejos, sino aquí, en esta Sevilla que se va llenando de niños gorditos y, a la vez, estresados porque no tuvieron a mano una pelota, aunque fuese de trapo, para echar la tarde fuera a cielo abierto y no con la play station y la madre que la parió.
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