¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
RESULTA que el discurrir de las cosas van a hacerme ver que Mourinho no es como parece. Sus declaraciones de ayer me parecieron plenas de coherencia y hubo momentos en que daba la impresión de poseer cierto sentido del humor. Sin su crispación habitual gana en la distancia corta y oyendo lo que largaba por esa boquita no tuve más remedio que volver grupas y convenir en que tiene, como dicen que tiene la Luna, su cara buena.
Yendo por partes y como para gusto, sólo los colores, está en su derecho creer más en Diego López que en Iker Casillas. Aunque suene extraño, sobre todo en el Sevilla y sus circunstancias, puede ser de todo punto normal que al luso le guste más el gallego que el portero de España, ¿por qué no? Desde luego, nadie podrá ponerle objeción alguna a que él es el único responsable de decir quién juega en el Real Madrid y ya se sabe que quien manda, manda, y cartuchos al cañón.
También vi pleno de coherencia lo de afirmar que el problema de Pepe no es otro que la irrupción de Varane. Quizá sobrase recalcar la edad que ya tiene el brasileño nacionalizado portugués, pero lo cierto es que jamás habría salido a defender a Casillas si hubiese continuado como fijo en la defensa madridista. Tampoco chirría demasiado cuando manda callar a Iniesta recordándole que el Barça sin Messi es bastante menos que con el prodigioso genio argentino.
O sea que cuando la película parece ir acercándose al the end vamos a tener que reconocer que Mourinho, esa máquina de engendrar filias y fobias, no está siempre descaminado y que hay veces en que le acompaña la razón. Y así podemos llegar a la cruda realidad de que el Madrid es institución de difícil gobierno. Mourinho llegó para romper la hegemonía culé y ha tenido que ser el Bayern el que le haga el trabajo, pero escuchándolo ayer no me pareció tan disparatado.
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