El Gran Mediocre, el ausente y los lacayos en el Congreso del PSOE

La aldaba

Felipe no está, no hay trajes de servidores a la federica para todos y solo resta oír: “Hay que ser sanchistas antes que socialistas”

La mejor foto del Rey no se ha hecho

¡Anda jaleo, jaleo!

Servidores a la federica
Servidores a la federica / M. G.

30 de noviembre 2024 - 04:00

No hay en los armarios del Hotel Alfonso XIII de Sevilla suficientes trajes de servidores a la federica para los asistentes a la Magna del PSOE, quienes habrán de realizar eso tan complejo de cambiar algo para que todo siga exactamente igual. No hay encajes para tantas puñetas, ni serán suficientemente largas las levitas, ni pomposas las chorreras, ni se inclinarán tanto las cabezas para alabar al Gran Mediocre. O el sanchismo o el fascismo. Todos a revestirse para la Magna del Palacio de Congresos y Exposiciones. En el fondo el sanchismo es un fiel reflejo de su tiempo: los excesos. O, mejor dicho, la normalización de los excesos. Asumimos como natural aquello que nunca lo fue. Felipe es el ausente del congreso, el gran ausente. ¡Un congreso federal sin González y, además, en Sevilla, la provincia que tradicionalmente ha sido un fortín del partido del puño y la rosa! Aquí solo falta que como Felipe en Suresnes, el Gran Mediocre suelte una perla del tipo: “Hay que ser sanchistas antes que socialistas”. Los alabadores harán volar sus chorreras al tiempo que exaltarán que Pedro (dicho a secas) salvó al partido en las últimas generales que convocó por sorpresa. ¡Un maestro, un estratega, un mariscal de campo, el apóstol de la resiliencia! Se salvó él transitoriamente, desideologizó la formación para adecuarla a su medida, fagocitó el significado de las siglas para personalizar todos y cada uno de los mensajes.

El Gran Mediocre exige que todos se partan la cara por él, delincan por él, prevariquen por él, pierdan la dignidad por él. Solo un endiosado sin solución puede obrar así. Hay que demostrarle sumisión como Abraham al mismo Dios en el sacrificio de su hijo Isaac, sin que aquí avistemos al ángel que imponga el bien, la cordura y la sensatez. Vemos como normal que se tilde de traidor a quien se negó a revelar información confidencial de un proceso judicial. La escala de valores está tan dinamitada que se antepone un curioso concepto de la disciplina de partido al respeto al Estado de Derecho. Es expulsado el que se niega a cometer un delito. Y se quedan dentro los del traje a la federica. Los lacayos, los siervos, los que carecen de criterio propio y resultan dóciles corderos o guerreros ardorosos, según los casos y las necesidades del Gran Mediocre. Fuera del sanchismo debe hacer mucho frío, porque la alusión al partido resulta ya una quimera. En primer lugar la base fue el adanismo, después la desfachatez y por último los delitos. Solo podemos aspirar a que devuelvan los trajes sin manchas y hayan respetado los encajes. De barro desde luego no se los han manchado.

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