La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Se barrunta un nuevo motivo de hostilidad entre el Gobierno de España y la Junta de Andalucía. El primero se compromete ante Bruselas a restaurar el cobro por el uso de autovías y autopistas. La segunda se opone. El Gobierno trata de ofrecer a la UE contrapartidas por el enorme fondo de ayuda que va a recibir para la pandemia y la recuperación (igual que hará con la reforma laboral y las pensiones). La Junta se apunta a la salida más fácil: que no vuelva a haber peaje. Que no pague nadie (o sea, que paguen todos).
La inmensa mayoría de los andaluces celebraron entusiasmados la eliminación del peaje de la autopista AP-4 (Sevilla-Cádiz) tras un cuarto de siglo de prórrogas por parte de los distintos gobiernos. Unos cuantos estuvimos en contra y lo seguimos estando: ¿por qué ha de ser gratuita una autopista que une dos ciudades para las que ya existe una carretera nacional, aunque fuera y siga siendo mejorable? ¿Por qué tiene un señor de Logroño que pagarle el viaje en autopista a un sevillano que veranea en El Puerto? Porque la autopista liberada de peaje resulta que necesita obras constantes de mantenimiento (más de cinco millones al año) y ya no los paga el usuario, sino el Estado. Los de Logroño y cualesquiera otros que jamás usarán la ruta que se financia con sus impuestos.
La solución más lógica a este conflicto en ciernes sería reponer un peaje moderado - suficiente para la conservación que ahora ya no necesita dar beneficios a ninguna empresa privada, al ser estatales estas carreteras-, que pagarían los automovilistas de tránsito, turistas y similares, pero excluyendo a camioneros, autobuses y trabajadores de uso diario, que estarían exentos o pagarían cantidades módicas.
Sería lo más justo, aunque chocara con la convicción hispana de que lo realmente progresista es el gratis total: que no pague nadie. Lo mismo que rige en el acceso a la universidad, donde a los ricos les cuesta lo mismo que a los pobres mandar a estudiar a sus hijos. Como las cosas nunca son gratuitas de verdad, alguien acaba pagándolas. Normalmente, el Estado o cualquier otra Administración. A la gente le viene muy bien, parece que así nadie sale perjudicado. La verdad es la contraria: el dinero para esas cosas que parecen gratis y no lo son sale de los impuestos, en general más nutridos por las rentas bajas y controladas.
Es más justa la defensa del nuevo peaje por el ministro Ábalos que el gratis total demagógico del presidente Juanma Moreno.
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