Las dos orillas
José Joaquín León
Una santidad sin altares
Preocupa o incluso da miedo leer que Anthony Beevor –uno de los mayores expertos en el estudio del nazismo y la Segunda Guerra Mundial– advierta que “antes subestimaron a Hitler y hemos hecho lo mismo con Putin”; que Margarita Robles afirme sobre la posibilidad de una guerra nuclear en Europa: “La amenaza es total y absoluta… Europa tiene que ser consciente de que el peligro está muy cerca; no es una pura hipótesis, es real. Los países fronterizos con Rusia lo perciben muy bien; quizá los del sur no tenemos esa conciencia”; leer –ratificando lo dicho por la ministra– que Finlandia, Alemania o Suecia se están preparando para la guerra y han repartido un manual de supervivencia entre la población; que el ministro de Defensa alemán diga que hay que estar “preparados para una guerra en Europa”; que Dinamarca, Alemania o Francia se estén planteando el regreso del servicio militar obligatorio; que Kiev acuse a Moscú de haber lanzado el primer misil balístico intercontinental sobre su territorio; que un presidente chocheante acelere la entrega de armamento a Ucrania antes de que tome posesión un presidente gamberro y antisistema –así lo demuestra no solo su trayectoria, sino los esperpénticos, pero peligrosos, nombramientos que está haciendo para su futuro gobierno– al que unos llaman lumpencapitalista, otros anarcocapitalista y otros anarcoliberal; o que Corea del Norte haya enviado 10.000 soldados a Rusia en ayuda de Putin: “Por primera vez desde las invasiones de los mongoles, un país de Asia oriental interviene en un escenario de guerra europea, invirtiendo la tendencia histórica de intervenciones occidentales en Asia”, escribe en Le Monde Sylvie Kauffman.
Es una preocupación o un miedo agazapados tras el normal sucederse de los días, que se tienden a considerar exagerados por los políticos y la prensa, una pesadilla que la luz del día disipa. Pero están ahí, tras los miedos y preocupaciones suscitados por otras cuestiones que, por inmediatas y personales, son más reales. Así vivieron los europeos entre 1933 y 1939, y pasó lo que pasó. Aunque también así vivió el mundo la crisis de los misiles en 1962, la vez que más cerca se ha estado de una guerra nuclear, y no pasó nada. Esperemos estar más cerca del 62 que del 39, aunque no tranquiliza que, en vez de Kennedy y Kruschev, sean Trump y Putin quienes estén en la Casa Blanca y el Kremlin.
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