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eduardo / jordá

N icolás el Calabacillas

CUANDO Velázquez pintaba al bufón Calabacillas o a los enanos que tenían la obligación de hacerse los graciosos en la corte de los Austrias, lo hacía porque quería dejar muy claro que no había grandes diferencias entre los bufones y los cortesanos, o incluso entre los reyes y aquellos pobres diablos que tenían que buscarse la vida con su lengua afilada o soportando las bromas crueles de los poderosos. En cierta forma, aquellos bufones eran unos privilegiados, porque vivían mucho mejor que la mayoría de sus contemporáneos, pero Velázquez no los pintó como privilegiados, sino como seres desvalidos que habían tenido que acostumbrarse a ser tratados como monstruos, y eso a pesar de su inteligencia -porque algunos parecían muy inteligentes-, o justamente porque carecían por completo de ella, como le pasaba al niño de Vallecas, también conocido como el Bobo de Coria.

Cuanto más sabemos del "pequeño Nicolás", más claro está que se ha comportado como un nuevo bufón en la corte del PP. Este chaval adulaba a los poderosos, les reía las gracias, les hacía creer que eran muy listos y muy buenos gobernantes, y luego les ayudaba a hacer negocios o les recomendaba a alguien que pudiera hacerles algún favor. Pero lo que no tengo claro aún es si el "pequeño Nicolás" es tonto o listo. Desde luego, inteligente, lo que se dice inteligente, no lo parece en absoluto, pero tampoco da muestras de ser el gomoso medio idiota que uno asocia enseguida con su aspecto de bobalicón repeinado. En cualquier caso, lo que más llama la atención es que nadie se diera cuenta de que este tipo era un mal bicho y también un peligro público. Y que un caradura así -medio cretino y medio listillo de poca monta- esté ahora cobrando cien mil euros -o eso se dice- por salir en los programas basura de Telecinco, dice muy poco a favor de nuestra sociedad, y mucho menos a favor de nuestras televisiones privadas. Nos guste o no, tenemos lo que nos merecemos.

El sábado pasado, el "pequeño Nicolás" se definió como "joven espabilado" y luego llegó a decir que en EEUU no pasaría nada con alguien como él, pero que aquí "había que cargárselo". Como siempre, nuestro pobre Calabacillas se equivoca. En Estados Unidos estaría ya en la cárcel o acusado de graves delitos federales, pero en España este pobre diablo seguirá haciendo su agosto. Eso sí, sin un Velázquez que nos lo pinte como en realidad es: medio bobo, medio caradura y medio listillo. Todo un retrato del poder. Pobre país el nuestro.

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