¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
HACE unos meses, el presidente del Gobierno quitaba valor a la Encuesta de Población Activa (EPA) porque era "sólo una encuesta": los datos de la EPA que acababan de salir en ese momento le venían a decir claro que su política económica no paraba de generar parados. Rajoy prefería en ese momento confiarse más al Paro Registrado, porque ese registro le daba más calor, sin importarle el hecho incontrovertible de que hay cientos de miles de personas que ya ven inútil estar "apuntados al paro", y eso obra la paradoja de que haya menos parados registrados oficialmente cuando la realidad es la contraria.
En el mundo occidental, y particularmente en la Unión Europea, el paro se mide principalmente por medio de una encuesta equivalente a la EPA, aunque al político de turno le convengan poco los datos que ésta arroje. Lo mismo sucede con el PIB, que es una magnitud estimada que se nutre muy mucho de encuestas, entre otros elementos de cálculo. Esa medida del valor anual en dinero de los bienes y servicios en un territorio -el PIB- es el indicador al cual se refieren buena parte de las magnitudes con las que se mide si una economía crece o no, si va bien o va mal, si está muy endeudada o poco, si es muy desigual en la distribución en riqueza o menos, y un largo etcétera de indicadores. Y de pronto al Gobierno, al cambiar el método de cálculo del PIB, sí le interesan las estadísticas que se nutren de encuestas. Ahora que ya oficialmente la prostitución y el tráfico de drogas se incluyen como actividad económica, nuestro PIB crece un pequeño porcentaje (0,85%) con respecto al calculado sin tener en cuenta esas actividades de economía sumergida. Un pequeño porcentaje que supone una verdadera millonada: alrededor de la tercera parte del presupuesto de la Junta de Andalucía, por hacernos una idea de la mareante cifra.
Sin entrar en el detalle del porqué, este incremento puramente aritmético regalado por la Unión Europea le conviene a España, o al menos le conviene al Gobierno: con este PIB extra, España cumple mejor los objetivos de déficit y de deuda pública que se autoimpone por imposición final de la propia UE (con otras instituciones tocando los tambores en las galeras en las que remamos, como el FMI o la OCDE). Es curioso que el castigo a los periféricos se ha ido aliviando con anteriores cambios metodológicos en el cálculo del PIB: estos cambios en 2010 supusieron un incremento del PIB tres veces superior al del comercio de carne humana y el de sustancias ilegales de divertimento. O sea: te impongo una política de castigo, pero te doy vidilla con la metodología de cálculo del PIB. Comprendo que eso a usted, con buen juicio, le parezca una falacia y más aun un engañabobos. No dude de que en buena medida las reuniones del Eurogrupo son un toma y daca sobre estos cálculos. A De Guindos se lo veía ayer con aire de ganador explicando lo bien que nos viene meter putas y farlopa en el PIB.
Más curioso -por hipócrita- resulta que entre las indicaciones para calcular el valor de algo tan difícil de valorar como estas actividades sumergidas se prescriba que para computar el pago y cobro de un completito sexual éste debe ser "consentido". Se podría hablar días sobre qué significa este consentimiento. O que junto a los datos policiales y de Sanidad se consideren las encuestas de ONG que trabajan en estos oscuros mundos del placer. También resulta sociológicamente llamativo que alemanes y portugueses sean menos viciosillos que británicos, españoles e italianos (Portugal no coge ni un tren barato, por cierto). En fin, la economía tiene también su cara B, claro que sí.
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