
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Falla algo más que la falta de camareros
La niebla es una goma poética. Ayer mandaba un amigo una foto de la Pelli engullida por las brumas del Bajo Guadalquivir. La perspectiva de la dársena se mostraba como antaño, sin ese pirulí obeso que nos impusieron los intereses ajenos a la ciudad y el laissez faire, laissez passer de los políticos municipales de PSOE y PP. Lo que ya va a ser más difícil es que haya surtidores de niebla tan potentes como para tapar todos los engendros que están construyendo en la Palmera, problema que lejos de remitir va a más. La próxima ofensiva –ya se ha contado– se centrará en el solar del que era el famoso Puesto de los Monos, uno de los pocos bares donde aún se podían comer picatostes en esta Sevilla de las tostadas XXL con aguacate y el cubo de zumo de naranja.
El otro día, en estas mismas páginas, escribía un esclarecedor artículo sobre el tema don José García-Tapial. Hago un inciso: las administraciones nunca reconocerán la labor de este arquitecto y funcionario de urbanismo jubilado en la defensa del patrimonio histórico y de la calidad ambiental y urbana de Sevilla. Vuelvo a lo mollar: a don José no le salen las cuentas de cómo en una parcela de 2.300 metros cuadrados y con una calificación urbanística de Vivienda Unifamiliar Aislada se pueden construir dos bloques de cuatro plantas con cincuenta viviendas de lujo. Es el milagro de la multiplicación de los ladrillos y los peces. Seguro que hay truco del almendruco y, al final, a todo se le dará una cobertura legal “incontestable”. Mientras tanto, mucho está tardando el Ayuntamiento y su brazo urbanístico en dar explicaciones sobre qué está pasando en Los Monos.
No sabemos muy bien a qué se considera un piso “de lujo” –expresión tan ordinaria como amenazante–: ¿yakuzi?, ¿grifos de oro a lo Khashoggi?, ¿vistas a los Astilleros?... pero el proyecto hubiese sido más vendible con un poco de populismo VPO. A la Palmera le va a pasar lo que a tantos barrios burgueses y obreros: va a morir de éxito, del éxito de su propia belleza y prestigio. Antes, “de lujo” eran las villas y chalets de esta vía sacra sevillana, esos chozos de ensueño donde a cualquiera le gustaría vivir, pero muy pocos se podían permitir. Pero hoy “de lujo” es un piso en dos bloques donde viven otros 49 vecinos. Y como conciudadanos, la clientela achacosa de Fátima, los estudiantes de las residencias, los “funcionarios” de CCOO y los empleados de banca. A La Palmera le va a pasar como al famoso banderillero y, degenerando, se va a convertir en un barrio “de lujo”.
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