La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
El viejo aforismo dice que la Historia no se repite sino que siempre es la misma. Desgraciadamente, podemos aplicarlo al machismo en la sociedad española en la que vivimos; no es que se repita, es que siempre es el mismo. Las leyes van avanzando protegiendo a las minorías y a los desfavorecidos, entre ellos a las mujeres entendidas como colectivo. Pero ¡resulta tan difícil trasladarlas a la sociedad!
Concedo que algunas batallas se han ganado. Los desagradables audios de Ábalos y Koldo sobre las prostitutas generan rechazo generalizado de la sociedad; es repugnante que las traten como mercancías para satisfacer sus bajos instintos. La degradación de estas mujeres es tal que ellas no importan; son una pieza más en el engranaje de todo este escándalo y como tal se utilizan, por quienes las contrataban, por supuesto. Pero también por quienes repiten en todas las cámaras parlamentarias de toda España, en las tertulias de televisión y también en informaciones en la prensa escrita, esas palabras para avergonzar a los socialistas.
El caso de Francisco Salazar o del alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, es también escandaloso. Ambos están acusados por denuncias anónimas y por mensajes de Whatsapp, de presunto acoso. No hay denuncia ni ante la Policía ni ante los juzgados. No sabemos si esas acusaciones serán o no ciertas; lo que sí sabemos es que, de nuevo, se utiliza a las mujeres. Para una caza de brujas en La Moncloa o para una vendetta política en Algeciras, da igual. El fondo del asunto es el mismo: ellas no importan. ¿Alguien se ha preguntado por las víctimas? ¿Por cómo se sienten esas mujeres que han sido acosadas en el trabajo por jefes hombres con mucho poder sobre ellas?
Cuento de más con la buenísima voluntad de muchos hombres, muchos hombres (insisto) que están indignados y que reprueban esas actitudes. Pero, ¡ay!, su tono es paternalista. “A las mujeres hay que quererlas y protegerlas” decía el otro día un portavoz andaluz. Un alto mando socialista me reconocía que muchos hombres de su generación (que también es la mía) tienen tics machistas, culturales, de los que apenas se dan cuenta, y precisamente por eso es más difícil cambiarlos. Y otro viejo socialista, ya alejado de la política, afirmaba que ni el PSOE ni el PP, los dos grandes partidos, están preparados para tener mujeres que los dirijan.
Quizás todo este desagradable asunto sirva para abrir las puertas a la conciencia de la sociedad. No. Las mujeres no somos menores de edad, no queremos que nos protejan sino que nos respeten. Que en tres meses, además, ya llevamos 14 asesinadas.
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