La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
EL mundo al revés, pagar por prestar y cobrar por ahorrar. Es la anormalidad de la nueva normalidad. Un nuevo escenario de tipos cero o negativos. Un mundo en el que el dinero no tiene coste, la demanda de liquidez es infinita y no existen estímulos para la inversión. La trampa de la liquidez de Keynes, que creíamos que era un hecho insólito, se ha hecho realidad. Sucedió en los 90 en Japón, pero pensábamos que era un hecho aislado, idiosincrático e irrepetible en los países desarrollados. Probablemente estábamos equivocados. Tras la Gran Recesión el mundo se debate entre la deflación y el estancamiento. Una experiencia que los que hoy vivimos nunca habíamos conocido.
Tendríamos que retroceder hasta la Gran Depresión del año 1929 para ver algo parecido. De aquella histórica experiencia sólo aprendimos que, si volviera a suceder, los políticos tendrían que hacer todo lo contrario de lo que entonces se llevó a cabo: cierre de bancos, contracción del crédito y subidas de los tipos de interés. El argumento es simple, si aquello no funcionó hagamos lo contrario: sanear y capitalizar a los bancos e inundarlos de liquidez, reducir los tipos de interés a cero y, si fuera necesario, a valores negativos, e impulsar el crédito a las familias y a las empresas. Un experimento nunca realizado y por lo tanto de resultados inciertos.
LA SOLEDAD DE MARIO DRAGHI
Combinar políticas fiscales de expansión del gasto público, acompañadas de políticas monetarias de expansión cuantitativa (QE), podría incentivar el consumo y la inversión hasta alcanzar el potencial de crecimiento de cada país. Para que estas políticas fueran eficientes debían ir acompañadas de reformas estructurales que mejorasen la competitividad. Pero este planteamiento de las tres flechas de crecimiento -presupuestario, monetario y reformador- pocos países lo han ejecutado. Unas veces por falta de voluntad política y otras por imposibilidad, ante la situación de precariedad financiera y alto endeudamiento público y privado. Los países que lo han hecho rigurosamente como Irlanda, o parcialmente, como España, han conseguido tasas de crecimiento que multiplican, o duplican en el caso de España, la media europea. Los gobiernos europeos han evitado una gran depresión, pero no la deflación y el estancamiento. No han querido asumir el coste político de las reformas estructurales y han dejado al Banco Central Europeo (BCE) en absoluta soledad.
Mario Draghi, gobernador del BCE, insiste en que la política monetaria puede ganar tiempo para que se realicen la reformas económicas e institucionales, pero que por sí sola no puede solucionar los problemas de la economía real. Por otra parte, la política monetaria de expansión cuantitativa y tipos de interés negativos, mantenida durante un periodo prolongado, tiene efectos colaterales perniciosos: burbujas en los mercados de activos financieros e inmobiliarios, asunción de riesgos excesivos, ineficiente asignación de los recursos, baja productividad de los proyectos empresariales y baja rentabilidad de la banca, los fondos de pensiones y las compañías de seguros. Por otra parte, los bajos tipos de interés incentivan que el endeudamiento siga aumentado. Si el origen de la crisis fue la excesiva deuda es muy preocupante que durante la crisis la deuda global haya seguido creciendo.
REPRESIÓN FINANCIERA DE LOS AHORRADORES
Uno de los efectos colaterales de las políticas monetarias expansivas del BCE, cuando se mantienen durante un periodo excesivamente prolongado, es la represión financiera de los ahorradores. En un escenario de tipos de interés negativos se produce una represión financiera del ahorro y una transferencia de renta y de riqueza desde los ahorradores a los deudores. El tipo de interés real es igual al tipo de interés que cobra el banco menos la tasa de inflación. Si la tasa de inflación es superior al tipo de interés nominal que paga el banco por el depósito, el tipo interés real para el ahorrador es negativo. Es decir, el ahorrador le paga al banco por depositar su dinero. Lo cual implica que el ahorro pierde poder de compra y el ahorrador se descapitaliza. Por el contrario, con tipos de interés reales negativos el favorecido es el deudor. El banco paga al prestatario, ya que el tipo de interés nominal es inferior a la tasa de inflación. En caso de deflación, para que el tipo de interés real sea negativo, el tipo de interés nominal del banco debe de ser negativo y superior a la tasa de deflación. En este sentido, la deflación protege a los ahorradores, ya que incluso con tipos de interés nominales negativos, el tipo interés real puede ser positivo.
La represión financiera implica un impuesto oculto para el ahorrador. Las políticas monetarias de expansión cuantitativa y de bajos tipos de interés, mantenidas durante un periodo largo de tiempo, provocan la eutanasia de los rentistas. La represión financiera trabaja en beneficio de los deudores o prestatarios a costa de los ahorradores. Es un impuesto invisible, un asalto con nocturnidad y alevosía al ahorrador. Los ganadores son los gobiernos, que ven reducida la carga financiera de su alta deuda pública, así como los grandes deudores privados. Los perdedores son la clase media y baja de pequeños depositantes y los jubilados, que ven reducida la renta de su ahorro, complementaria casi siempre de un salario o jubilación escasos. Ésta es una de las razones por las cuales algunos economistas afirmamos que las políticas monetarias de expansión cuantitativa empeoran la distribución de la renta y aumentan la desigualdad en la renta y la riqueza.
En su última reunión, el BCE ha dado un salto cualitativo en su política de bajos tipos de interés: prestará dinero a los bancos a un plazo de cuatro años y a un tipo de interés negativo que podría llegar al -0,4%. El único requisito es que el dinero lo destinen al crédito. El objetivo de esta medida es salvar a la banca, mejorar su rentabilidad, que se está viendo amenazada por la política de bajos tipos de interés. También pretende aumentar el crédito. Está por ver si esta medida lo conseguirá. El problema no es de liquidez, de la cual están sobrados los bancos. Es de expectativas empresariales, de confianza y de demanda solvente de crédito. Y no olvidemos que en España la incertidumbre política en la formación de un Gobierno estable con voluntad de continuar las reformas económicas e institucionales es el principal obstáculo para que los empresarios se decidan a invertir y crear empleo.
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